Por Carlos José Holguín
Se ha desatado una folclórica polémica sobre el estado de salud mental de nuestro peculiar alcalde y sin ánimo de entrar en lo que considero detestables descalificaciones personales, las cuales nunca he practicado en mi vida pública, pues terminan mostrando gran pobreza mental, resentimientos ocultos y bajeza moral por parte de quien las infiere, si me parece que algo puedo decir al respecto, pues lo que ahora estamos viviendo, no es nada diferente de lo que vimos en la campaña a la alcaldía.
Si el Alcalde está loco o no, ya poco importa, en mi criterio él simplemente es como es, posiblemente con una originalidad chocante para algunos, pero nadie podrá decir, que mostró una cara como candidato y se puso otra como alcalde, o que el estrés de los primeros seis meses lo llevo a la locura. Armitage es como alcalde exactamente lo que fue como candidato.
Como candidato Armitage demostró ampliamente su intemperancia, a los pocos debates que fue salió peleando con todo el que pudo y en el último se levantó apresuradamente de la mesa, luego dijo que le hacían gavilla y no volvió a ninguno. Su hablar atropellado confundiendo términos, nombres, cifras y locaciones, tampoco es nuevo, claramente lo demostró en la campaña, evidenciando su desconocimiento sobre los temas municipales. El llorar a toda hora, que según dicen los expertos es la prueba reina de un grave estado de afectación psicológica (léase locura), fue tal vez su sello personal en la campaña y lo que más le caracterizo. Entre todos los indicios de locura que le indilgan, este del llanto es la que él mejor explica y no faltan quienes, en especial las mujeres, se lo alaban por aquello de que los hombres también pueden y deben llorar y que lo que demuestra con ello es una gran sensibilidad social. De modo que todas estas características de su personalidad, la intemperancia, los desvaríos mentales consecuencia del desconocimiento, el hablar atolondrado y atropellado, y por supuesto el llanto no solo fueron conocidos ampliamente por los caleños, sino que concitaron una amplia voluntad popular estimulada por derroches de dinero que le permitió ganar la alcaldía. Lo que ahora toca más bien preguntarse es quien es el verdadero loco? El Alcalde Armitage o el pueblo que lo eligió?.
Por eso cuando un ingrato amigo, que se convirtió en el jefe de debate de esa campaña en el último mes, se me acerco para que retirara mi candidatura y apoyara al que con seguridad seria el próximo alcalde, le respondí claramente que era una irresponsabilidad apoyar a quien claramente demostraba preocupantes condiciones para el gobierno como lo es la intemperancia y la ignorancia de lo público.
Lo que Cali ha vivido en estos seis meses y lo que muy seguramente tendrá que seguir viviendo por el resto del periodo, no es producto de la locura, es producto de un carácter fácilmente irascible y soberbio agravado con el desconocimiento de lo que diariamente como gobernante le toca enfrentar. Esa es la explicación de la falta de rumbo en muchos de los temas graves de ciudad, y de las famosos patraciadas, lo cual también para algunos es síntoma de locura, yo por el contrario, creo que esa es la mejor prueba de que no está loco, pues los locos no reflexionan y por tanto no salen del error, como afortunadamente lo hizo con lo del parrillero hombre, aunque el daño ya estaba hecho.
Creo que la supuesta locura de Armitage tiene solución, y no es otra que aprovechando esa impresionante capacidad de trabajo (consejos comunitarios a las 5 am) ahora dirán que eso también es locura, aprenda a escuchar, rodearse de personas conocedoras con experiencia y sin agendas ni ambiciones personales, y bajarle a la irascibilidad y soberbia. Alcaldes de verdad locos si ha tenido Cali, recuerdo uno que desde la azotea del CAM salió colgado de un helicóptero para ir a templar a la base aérea. Eso sí es locura infantil, como diría el propio Armitage.