Por Alex Sterling
Minúscula cabeza anaranjada
El taxista me asegura que me puede llevar hasta la entrada del planetario. Sé que miente, aun cuando insiste con que ya lo ha hecho antes. No me escandaliza lo que dice, intenta ser simpático, con todo y su ambientador lavanda. El asunto se resume en que vamos a un lugar que queda al interior de un cuartel militar. La ciencia del infinito espacial protegiendo las barracas contra los bombardeos. Ciencia a la colombiana. Así no más. Por eso sé que el taxista miente. La entrada les parece imposible a los pocos que saben que este portal unidimensional sobrevive tirado a la mitad de este cañaduzal honorífico.
Hace 39 años se construyó para impartir clases de vuelo nocturno entre los pilotos que se preparaban en el claustro. Imaginarse lo que pasaba por la cabeza de los primeros que lo visitaron está más allá de la prestidigitación gramatical de las escuelas de psicología señoritera. Hubo un día memorable para estos hombres en sepia. Antes de que el reactor electro- químico que acumula imposibles geométricos en las neuronas se expusiera a la prostitución espectacular de la banda ancha, antes de que tuviéramos catálogos de cada maldito museo alrededor del globo terráqueo disponibles en PDF o HTML, antes de que toda la catajarria de elementos culturales y las tecnologías de la información llegaran a ocupar el espacio que estaba destinado para la imaginación y el onirismo de punta estaba este cilindro prestando sus servicios. Ni con un helicóptero enchapado en oro se pagaba la experiencia, allá, en esa época.
Los futuros pilotos aprendieron a moverse entre las estrellas. El planetario estaba ahí, para su servicio. Se jugó parqués de 6 puestos en horario de oficina, se afianzaron amistades por conveniencia, se impartieron nociones de astronomía, se tomó el té. Episodios recurrentes en cualquier planetario del mundo, prólogo del manual del trabajador colombiano.
Al lado me sorprende la estampa demacrada de lo que parece ser un museo de la aviación, o el remanente del inventario anual del taller de restauración. Un anfiteatro para planeadores, poco baleados para ser declarados héroes de la patria. Finalmente, nunca hemos declarado una guerra en serio. Los países de la región nos ven refunfuñando solos, dándonos puños en nuestra propia cara, parias, en la esquina superior izquierda del mapa. Sin dejar de pensar en esto le echo un ojo al planetario, ahora frente a mí. Es un honguito con líneas anaranjadas. Nice touch.
El guía asegura que el planetario fue construido por militares. Encontramos que esta información es falsa pero no se podía negar que el tipo despertaba una simpatía cercana a la compasión. Pero él no se conmovía de sí mismo, apuntó hacia uno de los galpones que nos rodeaban. Sin muecas, sin paciencia, sin humanidad, nos dirige a la caseta interestelar. Como es de día y no hay quien la opere, no puedo entrar.
Hola, sí, este… mmm… es que traemos noticias del espacio exterior
El grupo astrónomos aficionados, ASAFI, fue creado en el año de 1991, por parte de 6 disidentes del grupo Antares, fundado a su vez en 1981 por Jaime Aparicio Rodewalt, astrónomo y oro panamericano en 400 metros vallas. Edisson Fernández, miembro activo de ASAFI, nos da cuenta de esta asociación de astrónomos y del estado de la cuestión en la región:
“Nosotros somos fieles a nuestra vocación pedagógica: podemos decir que hemos organizados una serie de talleres para difundir los conocimientos que tenemos. Pero lo más importante es que hemos creado una cultura en la ciudad, una cultura científica, para que la gente tenga otra visión acerca de los hechos del espacio, de lo que sucede en el cosmos, en el universo. Y ésta es una labor que desarrollamos no sólo nosotros, sino también los otros grupos de astronomía que existen. ”
Se refiere Edinsson, por ejemplo, a la Escuela de Astronomía de Cali, dirigida por Marino Guarín o al grupo Antares, que ya habíamos mencionado. Los talleres que hay en Cali son bastantes y gratuitos, casi todos. Ahora, si usted quiere ensuciarse las manos… se viene el trabajo de campo. Así le dé pavor el soroche cósmico. Una imagen aterradora: el ojo absorbido por la mira del telescopio, y uno detrás de él. Si se pregunta qué tipo de técnicas puede llegar a dominar de involucrarse con estas personas, hágase a la idea de acostumbrarse a esta clase de trabajo práctico: “Curvas de luz de los tránsitos de los satélites galileanos”. Pa que vaya pillando.
Nos cuenta Edinsson: “En la biblioteca departamental hay un observatorio. Lastimosamente en la ciudad de Cali el cielo está muy sucio. La contaminación lumínica, la que producen las industrias no nos permite tener uno cielos despejados. Hay, sin embargo, unos telescopios muy buenos. El señor Jaime García está dirigiendo el observatorio astronómico de la Biblioteca Departamental. Y también se cuenta con los equipos de los astrónomos aficionados. Tenemos un número fuerte de telescopios, por ejemplo, uno que construyó, Andrés Arboleda, miembro activo del grupo ASAFI. Andrés además nos enseña a hacerlos, comparte su conocimiento. Creo que él tiene el telescopio aficionado más grande de Colombia”
Estado de nuestra producción científica
Edinsson Fernández: “Algunos miembros del equipo estuvieron activos en el descubrimiento de un meteorito que cayó el año pasado en el Valle del Cauca. Se hicieron estudios acerca de este meteorito. Estudiamos el eclipse del año 98, el último del siglo pasado. Ése lo estudiamos con el grupo de la universidad del Valle”
Astrofotografía al alcance
Las fotos que se toman en el Valle… bueno, el universo en 400x, eso, piensen en los ejercicios en clase de un esquizofrénico a mitad de una especialización en Photo shop. Nadie le ha metido la mano a esto, eso sí. Son fotos puras. Algo que se ve más o menos así:
http://www.asafi.org/Astrofotografia/FOTOSA/01.html
¡Última hora! Noticia de hace 20 años: Cali tendrá planetario:
“Después de casi siete años de espera, Cali tendrá un planetario, en un terreno de tres mil metros cuadrados que cederá la Universidad del Valle. La obra, impulsada por la alcaldía, contará con el apoyo técnico de ingenieros de la firma alemana Karl Zeiss-jena. Su costo asciende a 1.200 millones de pesos financiados en un setenta por ciento por la Financiera Territorial (Findenter). El municipio aportará 230 millones de pesos.”
Publicado en El Tiempo el 29 de mayo de 1991
En medio de la hiper liquidez de los 90s se planeó la construcción de un planetario. A pesar de esta profecía no cumplida publicada por El Tiempo dos décadas atrás, era claro que de construirse un observatorio astronómico, éste debía, obligatoriamente, ubicarse fuera del área urbana de Cali, en un lugar de baja pluviosidad y sin contaminación atmosférica. Las zonas cercanas a Vijes y Roldanillo parecían ideales. Seguimos esperando sentados. El mío con leche, gracias.
Abducción no documentada en el Parque del chontaduro
Gedeón Mina, ex –gnóstico, estuvo en Ganímedes, la luna más grande de Júpiter, que además de ser el tío de Nerón Navarrete también supo ser un planeta. Insiste con que los que en los 80 eran Aries ahora son Tauro. Es famoso en la zona del parque por pedir dinero, alegando haber sido secuestrado por alienígenas el 30 de marzo del año 98, en ese mismo lugar. Sin que nadie se lo pregunte dice que jamás hablará de lo que pasó allá. Yo le creo todo lo que dice:
“Yo estaba delante de ese palo, orinando. Eran como las 11 de la noche. Me sacaron de de allá de ese estanco que queda allá en la otra cuadra y me vine para acá. Entonces me sentí muy mareado y me alejé del árbol, a ese prado de ahí y me acosté. Ahí fue que sentí ese ventorreo (sic) y vi como una sombra con forma de aguamanil, pero más como ovalada. Entonces abrieron una puerta y comenzó a sonar como cuando un motor está patinando… no hubo nada de luz, fui chupado por esa puerta, como quien sopla pa adentro… ya de lo otro pues no me gusta hablar, de lo que pasó allá en Ganímedes”
Billetes trans-neptunianos
Extienda su mirada en un billete de 20.000, de tener uno pues, cosa que no creo. Imagínese entonces un billete de 20.000. Puede fijarse en la mirada inteligente de Julio Garavito, observándolo, buscándole lunas a su cabezota. Si algún precedente alentador tiene el estudio de los cielos en Colombia, éste es, sin duda, el que Garavito naciera aquí. Alumno aventajado de todo lo que estudió, el hombre fue el que calculó la posición latitudinal de Bogotá, observó detenidamente el paso del cometa Halley en 1910 y tomó coloridas notas al respecto. Contribuyó al desarrollo de la mecánica celeste, lo que terminó por generar nuevo conocimiento acerca de las fluctuaciones lunares y su injerencia en el clima global.
Aunque conservador y opuesto a la avant garde (incluso se resistió a aceptar la ley general de relatividad de Einstein) Garavito supuso un punto fijo para ayudar a moverse entre las estrellas desde el suelo.