El mundo está cambiando. Ya no solo es un sueño, es la realidad que muchos países ya viven. ¿Y nosotros cuando?
La revista Time esta semana anunció su personaje del año: the protester (manifestante, en ingles) lo que en muchas partes del mundo le llamamos indignados. Para nadie es extraño que hayan sido los elegidos, pues este movimiento revolucionario ha generado grandes cambios a nivel mundial, incluyéndonos, y resaltando a los jóvenes Colombianos, los cuales fueron los protagonistas del logro que se obtuvo referente a la defensa de la educación pública.
Ha quedado demostrado con los diferentes movimientos y movilizaciones que la concentración de grandes masas, la unión, la perseverancia y la presión son factores que promueven la renovación y el cambio, la participación de la sociedad en las decisiones que toma el estado, eso sí, con razones contundentes, nada de caprichitos politiqueros ni intereses personales, todo por y para el pueblo. Ya no estamos de quitáte tú, pa ponerme yo.
De una forma muy singular y para mí nunca antes vista, pues a mi corta e inquieta edad jamás había visto marchas tan concurridas, pacíficas y llenas de arte, a las cuales se unieron profesores, padres de familia, empresarios, medios, estudiantes de secundaria y por supuesto la gran asistencia de la universidad pública y el apoyo de las privadas.
Gran ejemplo que dejaron estos jóvenes colombianos al cumplir su cometido, hacer retirar la presunta reforma a la educación, ante un gobierno que inicialmente se mostró sordo a los reclamos. Tuvieron que soportar y sobrepasar comentarios despectivos e inconscientes de ciudadanos ‘cegados’ que rechazaban sus movilizaciones, razones y peticiones. Hubo congestiones y la movilidad vehicular se infartó en algunos momentos mientras las marchas. La situación no fue excusa de paro, como muchos lo insinuaron, hay que reconocer que la intolerancia y falta de solidaridad fue algo que también se vio, incluso periodistas como Poncho Rentería se atrevieron a renegar de las movilizaciones. Ellos manifestaron su rebeldía y demostraron su tenacidad de otra forma no lo hubieran logrado, ni siquiera por medio de la violencia.
No quiero ser pesimista, pero lo que pasó no es suficiente, los indignados del resto del mundo en su gran mayoría apuntan a una democracia participativa, el enfoque es político y/o económico, la inconformidad política y este movimiento ha llegado hasta el punto de derrocar dictaduras militares como el caso de los ‘Rebeldes de Oriente’.
¿Qué pasa con los caleños que no nos indignamos con los problemas locales?, ¿nos rendimos ante el sometimiento? ¿Nos hemos dado cuenta de las ventajas que tenemos? No somos oriente, tenemos un poquito más de libertad, por qué no revelarnos contra la anarquía política de nuestros dirigentes que han convertido a Cali en la ciudad en la que no nacimos ni conocimos, hacemos parte de una de las grandes capitales del país y parecemos un pueblo, la movilidad es un caos, el sistema de transporte ni hablar, las Megaobras sin terminar y ya se cumplió el plazo, el alcalde a punto de culminar su cargo y Cali un desastre, la supuesta generación de empleo con los Guardas Cívicos no fue más que una estrategia para amarrar de votos, mientras las investigaciones nacionales nos exponen como una de las ciudades con mayor desempleo con un porcentaje superior al nacional, los intimidantes cobros coactivosdel pago de Megaobras, resultado del ausente estudio de capacidad de pago de los caleños, para rematar el invierno entre otros. (véase 10 cosas que el saliente alcalde Jorge Iván Ospina preferiría que no supieras) y así criticamos pero la gran mayoría no hacemos nada, porque solo han sido unos cuantos ciudadanos los que hasta poniendo en riesgo su vida han defendido el patrimonio municipal y han informado con veracidad a la comunidad caleña, sin apoyo ni eco.
En mi juventud, y hasta hace muy poco, ignoraba mucho, no por falta de interés, pero no tenía ningún criterio por falta de información para formar alguna opinión al respecto de la situación de mi ciudad, debido al maquillaje para el cual se prestan la mayoría de los medios de comunicación, puesto que no soy ciega ni estoy cegada como para no ver lo que están haciendo. Así que prefería mantenerme al margen en mis comentarios. Incluso aún lo hago en algunos temas ya teniendo un poco más de conocimiento.
Hay información a la cual tenemos derecho al acceso todos los ciudadanos, pero nuestra incultura solo nos ha dado para preocuparnos por banalidades. No digo que la diversión no sea importante, por supuesto que sí, hace parte de una vida completa y equilibrada, pero priman los derechos fundamentales los cuales están siendo violados.
Hay que despertar: Si los jóvenes alternáramos nuestras actividades matinales direccionando la inquietud que nos caracteriza en temas de ciudad, con la lucha constante, exigiendo la veracidad de la información y la presión con la que se manejó la reforma a la educación, seguro que la tan polémica reforma a la justicia, el mal manejo de los dineros por parte de la Administración Municipal, la salud y tantas otras necesidades primarias podrían tener la oportunidad de ser reevaluadas y tomar decisiones de forma participativa (ver artículo). Tenemos el tiempo y la oportunidad de hacerlo, los más adultos tienen cosas ‘más importantes’, el cese de sus actividades significaría ‘perdidas’ a primera instancia pero no podrían ser sacrificadas por las ganancias a largo plazo.