Por Benjamín Barney Caldas
Una buena administración pública debe partir de considerar el hecho elemental de que por los andenes circulamos todos los habitantes en todas las ciudades en algún momento de nuestra vida cotidiana, y de ahí que sean el espacio público por excelencia pues en él se encuentran los ciudadanos. Por eso son básicos en la calidad de vida urbana, pues son el origen y destino de todo el transporte tanto colectivo como individual, pero sobre todo porque son el ámbito primario de la democracia. Sin buenos andenes no se facilita ese encuentro espontáneo y placentero entre los habitantes de una ciudad que los convierte precisamente en ciudadanos de esa ciudad.
En consecuencia su diseño, construcción y mantenimiento es muy importante. Deben ser continuos a lo largo de todas las calles, y de tal forma y ancho que en ningún caso los peatones deban bajarse a las calzadas para poder circular. Su suelo debe ser agradable, parejo y no resbaloso cuando se moja, y deben ser amplios, arborizados, llanos y sin barreras, y tener pasos peatonales demarcados en las esquinas, del mismo ancho y con el sardinel rebajado en redondo para facilitar la bajada de los peatones a la calzada y a la subida al andén del frente. En donde sea necesario darle prelación al flujo peatonal sobre los carros, deben ser, por lo contrario, al mismo nivel del andén, lo que se conoce como paso pompeyano.
Los sardineles deben ser bajos para que abran las puertas de los carros y para que sea fácil subir al andén al bajarse o lo contrario, y es definitivo que lo sean al aproximarse a los pasos pompeyanos, de tal manera que las rampas para que los carros pasen por encima no tengan que ser muy anchas o pendientes. Y algo similar sucede en los vados al ingreso de garajes o estacionamientos. Los sardineles deben ser muy resistentes y bien construidos pues caracterizan los andenes y los protegen de los carros. Por eso en muchas partes son de granito, pero aquí se pueden hacer muy buenos con hormigón reforzado pero que sea de alta resistencia.
Los bolardos que sean necesarios para que los carros no se suban al andén, como en las esquinas rebajadas o en algunas otras zonas donde sean ineludibles, deben ser apenas los necesarios, lo más sencillos y discretos posible, pero fácilmente visibles para los peatones y automovilistas. Sin embargo y en general, un sardinel de 20 centímetros basta para disuadir a los conductores de treparse al andén, y los carros que lo hagan deberían ser inmovilizados y sus conductores fuertemente multados. En conclusión, hay que educar a la gente sobre que la prioridad de los peatones en los andenes debe ser absoluta y permanente.
Sin andenes no hay espacio para los peatones se vuelvan ciudadanos, y sin ciudadanos no hay ciudad. Es imperativo cambiar nuestra ignorante práctica de hacer vías sin diseñar al tiempo sus andenes como si se tratara de carreteras, y de diseñar cruces viales sin pensar primero en los peatones que en los carros. Y cambiar esa insólita costumbre que tiene la gente en Cali de pensar que cada tramo de anden frente a cada casa les pertenece, y que por lo tanto pueden hacer con él lo que se les venga en gana, asunto sobre el que las autoridades guardan silencio, además de que con frecuencia hacen lo mismo.