Por Andrés Belalcazar
En Colombia parece ser común creer en videntes o astrólogos, y estas creencias no distingen género, religión o posición sociocultural. A la par de estas creencias comúnes nacen también del mundo tecnificado nuevas manifestaciones “mágicas”, como las manillas bio energeticas (Power Balance) que fueron un éxito mundial y luego el mayor fiasco del 2011. La magia aún es negocio y hay magos, o mejor dicho, charlatanes en todas partes.
Un paseo por el centro de Cali, apenas dos cuadras en la Plaza de Caicedo, son suficientes para llenarse los bolsillos con volantes que anuncian brujos, brujas y shamanes. Como decia un viejo amigo de Palmira, todo buen católico cree en brujas.
La consulta está en un apartamento del sur. Es un lugar discreto, una casa cualquiera; pero allí acuden personas de todos los estratos a que les lean la suerte, los liberen de brujerías, les amarren parejas y los liberen de espíritus que los acedian. En la decoración se mezclan detalles orientales con muebles abollonados a la última moda; pero la consulta es atrás, donde un escritorio largo como un ataud le da el tono serio al asunto. Desmentido inmediatamente por la mala calidad de un retrato pintado y un afiche del cuerpo humano, sus organos y sus puntos de energia hecho en china. Sobre el escritorio, ni velas negras ni bola de cristal: hay un portátil, un black berry y dos celulares a los que los clientes llaman con urgencias o mandan mensajes.
No sé cuánto ni quiero saber cuánto le paga mi amiga para que le eché las cartas. Las miro incómodo desde mi silla y la mujer me sonríe de vez en cuando. Es lo menos parecido a una bruja que he visto en mi vida. Pero según me dicen, es una gran bruja; y ha logrado hacerse a ese estupendo apartamento gracias a eso.
Pensé durante toda la sesión, donde la señora se pasó un poco en sus adivinaciones de lugares comunes; mi amiga se mostraba al principio incómada y discreta debido a mi presencia, pero se mostró luego abiertamente interesada en su futuro y las conspiraciones de personas “cercanas a usted” que “le tienen envidia”. No entiendo aún, cómo alguien puede caer en todo esto.
Pensé en cómo serían los otros brujos, los que se anunciaban en el centro pero no tuve oportunidad de verles. Fue en Palmira donde tuve mi encuentro, un golpe de suerte con uno de estos timadores profesionales. Me arriesgué a tomar fotos con una vieja cámara análoga en los peligrosos alrededores de la galería y con cada disparo la atención sobre mí crecía entre los comerciantes. La presencia de algunos policías me hacia sentir menos vulnerable hasta que de entre uno de los puestos ambulantes, de los que colgaban amuletos con bolitas de plastico de colores, y ramas secas salieron dos manos gruesas e indias que me llevaron a la sombra y se frotaban contra las mias con un impetu bastante desagradable.
Cómo la mitad del tiempo sufro de cierta imposibilidad de asombro y miedo, me deje llevar y el enano de pelo negro, largo y lizo, se me presentó diciendo que yo tenía un embrujo. Que él y su compañero, otro enano, este muy mal vestido y oloroso, lo habían notado y que me iban a hacer una limpia ahí mismo, sin compromiso.
Entre un amuleto, un agua sucia y un escupitajo me liberó, me ordenó además que pidiera un deseo, accedí con dificultad a pedir salud y me regañó. “No pida salud, tiene que pedir plata, viejas, otra cosa.” Accedí finalmente a desear el éxito profesional y volvió a escupir mis manos con su agua sucia. Luego me dijo que estaba limpio y que mi vida cambiaría. Yo le agradecí y traté de marcharme. El enano oloroso me cerró el camino, busque en vano con la mirada a los policias y terminé por confesarles que no llevaba un peso.
“¡Pero algo has de llevar para pagar por el servicio!”
Evidentemente no me conocian. Llevaba dinero suficiente para los buses que me devolverian al remedo de civilización que es Cali. Se los dije, no tengo sino para el bus.
“Eso sirve me dijo extendiendo la mano y ordenando con la mirada.”
Este pobre hombre me había salvado de un embrujo que no me aflijia, me había prometido éxito laboral, había cambiado mi vida.
Le dí un sonrisa, vi pasar un policia y salí diciendo. “SEÑOR AGENTE”. Los liliputienses desaparecieron cómo por arte de magia. “¿Sabe usted si pasa un bus que me lleve a Expreso Palmira?” Se puede ir caminando me dijo, y salí con mi dinero aún en los bolsillos como un heroe.
"Identifican el conocimiento científico con el mal y la razón con la apatia y la infelicidad, ése es su juego.", afirma un escéptico.
"No soy una vidente o una bruja, soy una orientadora", me dice una echadora de cartas.
“Yo puedo matar una persona sin conocerla en tres días”, amenaza frente a mi incredulidad un brujo.
Yo voy a hacer adelgazar a punta de Té Chino, grita el televisor.
La Cruz de Golgota con un pedazo de la piedra sagrada de no sé dónde.
El libro de hágase rico y la enciclopedía de Sea Feliz para Siempre
La superstición también se vende profusamente en la televisión, desde el horóscopo, pasando por productos para la calvicie, dietas, zapatos para adelgazar, libros de superación personal y exorcismos cristianos.
Otros creemos en el iPhone como ellos en sus amuletos.
Desde todas las instituciones del gobierno se le da crédito a estas cosas. El señor que controla el clima para poseciones presidenciales y eventos mundialistas, los brujos que adivinan los vaivenes de la economia, los curas que bendicen con agua los fusiles del ejercito, los tanques, los aviones. ¿Dónde quedó el Estado laico? La separación con la iglesia debia terminar con todas estas pendejadas.
Lo peor es que la gente en su mayoría parece pensar que estas pueden ser formas alternativas de explorar y explicar el mundo y que, a su manera, son tan válidas y respetables como la ciencia. Estamos jodidos. Incluso algunos antropólogos nos han hecho el favor de denigrar y desprestigiar la cultura del conocimiento científico, en supuesta defenza del conocimiento que ahora se llama por todas partes tradicional. Una catastrofe.
A Manuel Toharia, un físico y director científico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia en España, un escéptico combativo, dice que "En el ser humano hay una parte de racionalidad, esa que nos obliga a ir por la derecha en la carretera, que nos hace leer la letra pequeña de la hipoteca, pero también hay una parte, aún poderosa, de aquel mono listo que se escondía de las tormentas y que tenía miedo de todo a lo que no encontraba explicación. Nos gusta más pensar una solución probable pero fantasiosa, que buscar una racional, incluso muchos escépticos al final caen en eso de 'las bruajas no existen, pero que las hay las hay".
Lamentablemente el mayor nivel educativo solo modula, pero de ningún modo anula, la propensión a atribuirles credibilidad a ese tipo de prácticas que constituyen las ahora llamadas ciencias alternativas y las demas supercherias.
El fenomeno se explica como la necesidad de buscar seguridades mágicas, que es tan vieja como el hombre.
El filósofo Fernando Savater opina que "Las creencias esotéricas no dependen de tener o no carrera porque la información reglada te informa, pero no te enseña a pensar.” Puede parecer cruel, por que de alguna forma esta sugiriendo que es estupido creer en estas cosas. Lo es.
Apesar de la posición de Colombia y de Cali en el mundo, se podría decir que un renglón privilegiado de su población esta viviendo, aquí mismo, una sociedad altamente tecnológica, racional y científica en la que existen más herramientas para comprender el mundo y tomar decisiones. Luego uno mira las noticias y se da cuenta de que poco ha valido, por que estas personas incertadas de forma privilegiada en esa sociedad son tanto o más credulas que los más pobres de su país.
A principios del siglo XX Max Weber, escribio que el proceso de racionalización característico de las sociedades desarrolladas supondría un proceso paralelo de "desencantamiento" del mundo. La ciencia se entronaría como "supremo e indisputable argumento final de autoridad".
El resultado ha sido ambiguo y es que, incluso en sociedades muy avanzadas, caracterizadas por un indisputado predominio de los criterios racionales y científicos, sigue existiendo la necesidad de explicaciones no racionales del mundo".
La tecnología no logra hacer a un lado la magia. Muchas veces incluso pretende emularla para garantizar su éxito.
No sabemos cómo funcionan los increibles aparatos que se nos ponen a disposición, tenemos interfaces más y más intuitivas, así manejamos y hacemos las cosas, esto no proporciona verdadero conocimiento. Todo esta allí, cómo por arte de magia.
El pensamiento mágico fagocita en su beneficio la tecnologización y el desarrollo científico: Ahora la superstición se disfraza, los homeópatas fingen ser científicos, las pulseras del holograma no se presentan como escapularios milagrosos, sino como tecnología y todos corren a comprarlos.
Los charlatanes saben que mienten; por eso usan el lenguaje de la ciencia; se apoyan en “estudios”, llevan gafas y batas blancas; en cuanto pueden meten palabras como 'cuántica', y ahora hasta el curandero te habla de anatomía. Todos te siguen vendiendo milagros.
De los bestsellers sobre el poder del pensamiento positivo a los talleres new age sobre ciencias alternativas ancestrales. La gente cree porque siempre lo ha hecho, porque tiene miedo y por ignorancia. Pero también porque la propaganda es apabuyante, desde los volantes y las vallas en las calles, pasando por internet, hasta la radio y la televisión. No hay leyes que protejan a los incautos.
En resumen, hay una tarea que parece imposible y es urgente: hay que fomentar el pensamiento crítico, enseñar a pensar y hacer que se cumplan las leyes contra la publicidad engañosa. Es necesario acabar con esa idea falsa de que el conocimiento mata la fantasía o la imaginación y lleva a la frialdad. El conocimiento no es enemigo de la pasión, sino de la ignorancia.