Por Alex Sterling
Nos ponen tornillos en la espalda y nos sujetan a vasos plásticos. Hacemos parte de la campaña publicitaria de una crema de dientes que promete acabar con las sonrisas fingidas. Un vendedor nos echa en su maleta ejecutiva de cuerina. No te puedo ver, nos han envuelto entre papel periódico. La empresa está en la mala. Te oigo. Te digo que de verdad vamos a salir de ésta. Debes pensar que estoy siendo irónico, te ha tocado estar junto al kit de limpieza del tipo, es un asco. El periódico nos mantendrá a salvo. A mí me envolvieron en una página de los clasificados: Se necesita operaria máquina fileteadora, corte, talla, collarín. Papeles al día. Tengo la "i" tildada de "collarín" justo en la boca. La tilde me escupe tinta en el ojo. Te cagás de la risa. ¿De qué te reís? A vos te envolvieron en las páginas de los edictos. Bfff. Me aburre solo pensarlo. No te lo digo, quiero que te sigás riendo. Tu rísa, en este infierno de cuero falso, es lo único que me distrae del sudor. No podemos sudar. Si estamos en mal estado cuando lleguemos al supermercado nadie nos va a llevar. Nos pondrán con otros muñecos defectuosos en una caja de cajas de leche, sin cajas de leche. Usarán nuestras partes para confeccionar más engañifas publicitarias, usarán tus ojos para pedirle matrimonio a alguien. No. Debemos lucir hermosos. Estamos obligados a encantar a algún niño irresponsable y/o hiperactivo, para que nos lleve a su casa y nos olvide en el patio trasero, junto a un árbol lleno de hormigas y puntillas, en las que han colgado muñecos de McDonalds, pequeños artefactos mecánicos salidos de un huevo de Kinder-sorpresa y yoyos de coca-cola. Por supuesto que nunca jugué al yo-yo, ¿qué maldito ególatra creés que soy? Nada de eso, señora. Este viaje ya va a terminar y debemos pasar la inspección de la mujer del mostrador. Apreta los dientes, tienes que verte de una pieza. Nada de partecitas flojas. Na, na, na. Bien, muy bien. Ya pasaste. Veo como te ponen sobre la mesa. Han escogido el centro de la instalación para ponerte. Si fuera un cliente te llevaría inmediatamente. Quisiera llenar tu vaso de jugo de mora. Me dices que el jugo de mora no rima con nada. Un momento, tienes razón. Se me descompone el rostro. La mujer del mostrador lo nota. Me mira fijamente. Mira la caja de muñecos defectuosos: puedo ver a un Guri-Guri de Sustagen discutir con una gorra de la reelección presidencial. Nos miramos, nuestras pequeñas partes se desencajan. ¿Adónde terminaré? ¿En qué piso de un edificio sin ascensor me archivaran? Me querés decir algo, pero no hay nada que decir. La mujer deja salir un aire espeso de su bocaza. Está jarta, jartísima. No le da más vueltas a la cosa: Me pone a tu lado. Nos vemos bien. Afortunadamente dimos con una trabajadora mediocre. La santa madre de dios bendiga a los padres que la malcriaron.
Cronica de dos vasos promocionales.