Una niña española se reduce al modo espectador pasivo. Atrapada en su propia broma cuando un comodín narrativo entra en acción: Ha perdido las llaves.
No se entiende nada pero si fuera más claro le arruinaría la película al que espera verla. ¿Podría echar a perder el efecto esperado por los realizadores? Por supuesto, La cara oculta parece un dispositivo detectivesco paranormal. Pero no lo es. Va por los lados de la risa mongoloide, que señala torciendo la boca a sus protagonistas españoles. Más claro: es de las películas que se te pueden cagar si te cuentan el final, así uno sospeche el desenlace a la media hora. Lo sé, de lo anterior se desencadenan una serie de interrogantes que no se pueden dejar pasar:
1. ¿Por qué los periodistas, escritores y demás animales pensantes del universo de los que trabajan en la casa dan por sentado que algún lector llegará vivo hasta la línea en la que lo interpelan, le solicitan autorización para putiar a alguien o definen patologías y resabios sin conocerlos (…con el permiso del lector… muchos se escandalizarán, pero… para los lectores que… sé que el lector pensará que…)?
2. ¿Existe otra razón, además de la cooperación transnacional entre productoras, para la sobrepoblación de personajes españoles estereotipados (en referencia al típico español comemierda, con algún grado de autoridad sobre el colombiano figurante) cuando se filman tramas psicológicas en Bogotá?
3. ¿No podemos imaginar españoles que no tengan alguna ascendencia jerárquica sobre nosotros?
4. ¿Bogotá aún es la capital de la corona española en América?
5. ¿Qué hace exitoso a un guión en el rampante mercado de estas tramas psicológicas? Y, ¿en qué se diferencia de, por ejemplo, de un diagnóstico automotor?
6. Según el Islam, ¿cuántas veces debe escribir uno “trama psicológica” en un texto para irse a lo más hondo del infierno?
Misterios de la ciencia audiovisual o efectos colaterales de fármacos genéricos, el hecho es que tras responder al menos una de las anteriores preguntas uno deja de pensar en la película en cuestión. Es una lástima, por mí y por usted, que no ha recibido ninguna información. Precisamente: La cara oculta no puede revelar ninguna de sus partes sin desenmascarar el gag apesadumbrado que le da todo sentido. Es una película a la que es mejor asistir sin mapa, pero de la que puedo decir que está muy bien montada sobre una una exhibición fotográfica seria, hecha por alguien que evidentemente trabaja dentro de la industria cinematográfica nacional, ahora que se puede hablar de algo así. Se ve todo muy londinense, ya ves. Nadie puede dar fe, pero apostaría a que el encargado de arte se vio varias temporadas de No te lo pongas, lo cual no es decir poco, con el buen gusto que se mandaban ese par de mamelucas. Hasta que le empacaron un crío a una. No sé si se acuerdan.
Bueno.
Impecable técnica, hasta donde se puede ver. No existe una referencia directa a los salvavidas periodísticos que uno se teme encontrar: el conflicto armado y sus estragos en la adolescencia consumidora de sacol. Un marxista la calificaría como la historia egoista de la decadencia pequeño burguesa en un medio cultural de izquierdas que aún le llama así a los hijos artistas de los asalariados de mejor rango. No importa.
No nos van a demandar por decir que están siendo frecuentes las narrativas donde se pinta una mujer espectral que no es más que una mujer en desgracia. (Digo frecuentes cuando son dos) Se suma ésta a “El Páramo”. Allá, entre la neblina, se revela un retrato hablado de Satanás, un estado del alma en el que el colombiano que viene del campo se queda dormido. Negociando de una vez un tratado de convivencia con el horror que no dejó contento a nadie pero que se mantiene vigente. Para los espectadores nacidos en la ciudad fue una revelación, una historia de terror que se convierte en una instantánea de un ataque de paranoia. Así es El Páramo y por ahí anda La cara oculta. Para la gente que simplemente sigue una línea: una perla.
Pase al siguiente paisaje, por favor.