Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
Gloria y fracaso, muerte y vida, palmas y pitos, elementos al parecer contradictorios, concurren en la celebración de este domingo comienzo de la Semana Mayor. Por un lado la narración de lo ocurrido el Primer domingo de Ramos de la historia, donde se proclama a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén (San Marcos 11, 1-10). Por otro lado, la narración de la Pasión, donde se recuerda el fracaso de Jesús también en la ciudad santa (San Marcos 15,1-18). Son acontecimientos complementarios.
Jesús es consciente de que los aplausos de su entrada en Jerusalén pronto se tornarán en silencio, insultos y petición de muerte. No obstante, sigue su camino hacia la cruz para culminar en ella la obra redentora que le ha sido encomendada.
La prueba es dura pero irrenunciable. Ante el desprecio, el abandono y la humillación de sus contemporáneos, Él pone su esperanza y confianza en el Padre y en sus planes de salvación. Nos dijo: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”.
¡Qué gran ejemplo para nosotros que tenemos miedo a la cruz, al dolor y a las dificultades. Si caminamos con Cristo nos sentiremos vencedores con Él.
Tras el túnel de la Pasión se vislumbra la Luz de la Pascua. Precisamente porque Jesús fue Mesías-Rey como siervo paciente, “Dios le levantó sobre todo y le dio el Nombre-sobre-todo-nombre…”