Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
Culminamos este domingo los cincuenta días de Pascua, con la venida del Espíritu Santo. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra este domingo (2, 1-11) el nacimiento público de la Iglesia en el cenáculo, por obra y gracia del Espíritu Santo, que irrumpió en los apóstoles: “Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar”, al dictado de sus lenguas de fuego, y partieron a los cuatro puntos cardinales al impulso de su viento impetuoso.
La actualidad de esta misión de la Iglesia de dirigirse a todas las gentes es clara. Aunque muchos piensen que la época del cristianismo ha pasado a la historia, hay que decir que mientras haya pueblos que desconocen el Evangelio y otros que lo olvidan, el anuncio y la predicación son el principal deber de la Iglesia.
Ante una comunidad cada vez más unida por los Medios de Comunicación y más separada por las fronteras físicas e ideológicas, la Iglesia tiene que seguir su crucero por los mares del mundo bajo el viento del Espíritu Santo para predicar a los hombres y mujeres “las maravillas de Dios”.
Ante una humanidad cada vez más fría por los egoísmos y más confundida por la Babel de los lenguajes contrapuestos, la Iglesia tiene que difundir ese fuego del amor que Jesús vino a traer y que el Espíritu Santo derramó sobre los apóstoles y está dispuesto a derramar sobre nosotros. La Iglesia tiene que hablar el único lenguaje inteligible para todos: el esperanto del amor, fruto del Espíritu Santo.
Dios los guarde,