
La ciudad cuenta con un lugar donde usted puede conseguir una cama en 120.000 o un televisor en menos de 40.000. Uno que tiene una fama, podría decirse, controversial por su alta peligrosidad, en lo que tiene que ver con raponeros y asaltos multitudinarios, donde más de 10 personas pueden limpiar a un hombre en menos de 10 segundos. En la zona circundante al sector conocido como La Olla, sin embargo, prospera un comercio sólido alrededor de la carpintería, los abarrotes, la chatarra y más en el fondo, partes para carros y electrodomésticos.
Por estar ubicado en este lugar muchos pasan por encima los precios que se pueden encontrar aquí. Muchos ciudadanos han pasado cada día, cuando suben por la calle 10 hasta el centro o bajan hacia el sur por la calle 13. Muchos pasan como en un submarino. Los comerciantes del sector, sin embargo, viven con frecuencia temporadas en las que el trabajo no los deja dormir. La razón: los precios son escandalosos. Un punto de fábrica de muebles y enseres en madera para la casa lleva en el lugar. Su propietario no acepta hablar sobre su situación en el lugar pero deja que cualquiera se pruebe sus muebles. Dice que es imposible parase de ahí después de sentado. De lo cómodos. Dice.
Sobre la calle 10 se ven en pocas cuadras más de 10 negocios dedicados a este ancestral oficio. Muchos de estos, sobre todo los que están cuadra adentro, no pagan cámara y comercio, y funcionan como casas familiares donde el letrero recuerda al de las casas de barrio donde alguien escribía en un cartoncito “se vende helados”. La apariencia hace pensar que el lugar tiene poco surtido o que vende solo objetos pequeños, pero se consiguen todo tipo de muebles. La discreción se debe a que no quieren que las autoridades pongan sus ojos sobre ellos.
“La gente piensa que esto es como de segunda. Y eso no es así porque nosotros, mi familia y yo, fabricamos directamente todo lo que vendemos. No compramos nada, por lo mismo que somos los fabricantes podemos ofrecer estos precios.” Afirma, Elmira González, mientras muestra los diseños que su esposo hace. “Nunca copiamos, los diseños de mi esposos son originales”
¿Cómo es entonces que pueden ofrecer estos precios, cuando otros locales en la ciudad, no pagan ni invierten tiempo en diseño, copiando todo de catálogos extranjeros?
“Es mentira que nosotros no pagamos industria y comercio, eso son los de adentro, los que tienen el negocio ya en la Olla. Tenemos un margen de ganancia pequeño pero no gastamos mucho en el local, además somos fabricantes. Así de simple.”
Aunque Elvira tiene los documentos al día, y según afirma, paga impuestos, sus precios son sólo levemente superiores respecto a los demás negocios.
Esta tierra perdida está por fuera de la jurisdicción de la DIAN. Es ingenuo pensar que la única razón por la que estos negocios pueden funcionar por fuera del registro único tributario es que la zona esté minada de peligros para los funcionarios que debieran hacer las visitas. La pregunta que se hacen los funcionarios preocupados por la situación es la siguiente: ¿Tenemos que entrar escoltados siempre? EL descuido no es solo en lo tributario, sino en lo social y en lo policivo. La seguridad contra raponeros se la brindan ellos mismos. A pesar de que la estación de policía más cercana está a unas pocas cuadras. Por otro lado, es entendible que se hayan evolucionado hacia la venta de objetos de gran tamaño, los cuales son más difíciles de robar. No es cuestión de echarse la cama al hombro y salir corriendo.
Más adentro de la Olla los talleres y los negocios dedicados el reciclaje abundan. Para llegar a la venta de electrodomésticos clonados (fabricados con las partes de otros desechados o hurtados) hay que pisar tierra sagrada. La calle no es un tapete de concreto sino una sólida capa de un caucho negruzco que seguramente resistiría mejor el paso del tráfico que el usual pavimento caleño. El local no existe como tal porque sacan la mercancía de diferentes casas de la misma cuadra. Se consigue una plancha por 7000 pesos y un equipo de sonido con lector de cd por 15.000. Otras cosas más costosas hay que pedirlas con antelación pero se consiguen. Los televisores son variados. Dato curiosos: no venden celulares. Dicen que eso les tira la policía encima.
La pregunta que se hacen los que escuchan del lugar es ¿Cómo entrar allá? O mejor, ¿cómo salir? Teniendo en cuenta que se debe llevar encima un electrodoméstico o un mueble adquirido en el interior de la zona. La mayoría de los negocios de carpintería ofrecen servicio a domicilio, en las ya clásicas carro-motos. Los demás pueden pedir ser acompañados por una tercera persona. La mayoría de estos negocios, sin embargo, se sitúan en la periferia, a menos de una cuadra de la calle 10 o sobre esta misma.
Muchos de estos negocios son terriblemente competitivos en los precios por no pagar impuestos. Estos negocios informales con local no hacen parte de la masa trabajadora nómada que es espantada de las calles céntricas en las redadas que organizan los alcaldes cuando la situación se sale de control. Lo cual solo favorece al cliente, y a muchos de los comerciantes, que no cuentan un capital tan grande como echarse a la buena vida y tienen que lucharla día a día.
Pero esta figura ya existía en la ciudad. Los mercados campesinos son un buen ejemplo. En Cali funcionan desde los 80, por iniciativa municipal, emulando los mercados campesinos de otrora, que celebraban los indígenas en las villas recién fundadas por lo españoles. Es así queque ahora tienen un cooperativa. La exención de impuestos divide esa ganancia entre el campesino y el comprador. Así funciona este centro comercial oculto a la vista de todos, en el que los comerciantes se benefician de esta clandestinidad tributaria sin quedarse con la diferencia.