La avenida del río corre rauda. Los carros se desplazan fácilmente por la calle amplia desde la portada al mar. De repente deben detenerse ante un semáforo que está sobre una de las calles. EL flujo de peatones no es amplio en la zona y se podría pensar que está destinado para que las personas crucen al otro lado del río o lleguen al museo La Tertulia, una cuadra más arriba. Lo sorprendente es que ve uno que los carros se detienen y no son carros los que pasan en su lugar. Son meseros llevando empanadas a la calle del frente. Alberto Hadad, secretario de tránsito, ya se había pronunciado respecto al particular: “No puede ser que se detenga el flujo vehicular para pasar unas empanadas”.
Los automovilistas del sector le dan la razón. Los comensales que frecuentan el restaurante situado al lado del río, sin embargo, dicen que les preocupa más ver pasar a los meseros, sosteniendo la bandeja con la mano levantada, esquivando los vehículos a toda velocidad. Los propietarios del Hotel Obelisco, dicen, tuvieron que ver la localización del semáforo justo en ese punto. El problema es que este es un negocio privado y no tiene porque influir en el ordenamiento vehicular y el control del tráfico.
Pero esta injerencia violenta de la empresa privada en las calles se repite en otros puntos de la ciudad. En la Av. Cañasgordas, cerca a la Universidad Javeriana, han ubicado un semáforo para que la gente pueda pasar a un nuevo centro comercial. La vía de acceso rápido es neutralizada pro un negocio privado, otra vez. En una zona desolada, que apenas empieza a poblarse, no se veía la necesidad de ubicar una nueva parada.
Camilo López, estudiante de la Universidad Javeriana dice que es evidente que el semáforo fue ubicado para favorecer al nuevo centro comercial: “Ese centro comercial además se la pasa vacío. Los estudiantes van al que está justo al frente pero el otro casi no lo visitan. Uno se pregunta: ¿Qué influencias tiene el dueño de ese centro comercial? Ya son tres semáforos contando el del ICESI y la vía va perdiendo velocidad.”
Frente al centro comercial de La 14 del valle del Lilí, frente a la clínica del mismo nombre, sobre la Simón Bolívar, en plena entrada a la ciudad, se han instalado una serie de desaceleradores de velocidad, unos tapones en el piso que hacen temblar los vehículos y los obliga a pasar a una velocidad mínima. Los mismo están distribuidos por más de 100 metros, en varas líneas de acción, que tienen en grave estado los riñones de los usuarios del alimentador del MIO que transita por la zona.
La turbulencia es demasiado violenta y empieza mucho antes del semáforo. ¿Quién autorizó el uso de estos reductores de velocidad? Parecen puestos ahí para que la gente pueda pasar por la parte de la calle que quiera, sin respetar la zona de paso de los peatones, ubicada en el semáforo.
¿Qué derecho tiene las empresas privadas para intervenir la ciudad de esta forma? Cuando cuentan con permisos, ¿quién los autoriza, aún por encima del beneficio de la comunidad? Pedimos a las autoridades de tránsito pronunciarse y actuar en consecuencia.