
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Una buena administración municipal debe velar por que los servicios básicos de agua, alcantarillado, energía, comunicaciones y recolección y disposición de las basuras, sean correctamente usados, además de ser eficientes y económicos. Y es muy importante, por supuesto, que también controle que no se den abusos ni desperdicios, como lamentablemente suele suceder en Cali. Aquí, el amable y eficiente “genio” de sus Empresas Municipales hace muchos años se tuvo que volver a meter a la lámpara, asediado por la corrupción y la politiquería, y ya nos acostumbramos a que EMCALI esté intervenida permanentemente, como si esto fuera lo apropiado para un servicio público y no justamente lo contrario.
Especialmente es preocupante el servicio de agua potable, pues no se ha decidido aun nada al respecto de su futuro abastecimiento, y cuyo despilfarro, como suele suceder en nuestras ciudades, raya en lo criminal. Por eso las tarifas deberían variar no solo en función del estrato socio económico, sino por el consumo, y de manera significativa, lo cual es muy fácil hacerlo pues solo bastaría con escalonar los topes actuales, de tal forma que su costo al usuario se multiplique a medida que aumenta su consumo, mucho mas que la actual Tarifa Ponderada, de manera que lo disuada de desperdiciarla y lo castigue cuando se descuide.
De manera similar se tendría que controlar el despilfarro de energía eléctrica. Todavía se usan bombillas incandescentes, y nadie apaga las luces ni se ponen sensores de movimiento para que lo hagan automáticamente. Es el colmo de la irresponsabilidad que pudiendo tener iluminación natural durante la mitad del día todo el año, en Cali se recurra a la iluminación artificial en muchísimos recintos, que no la necesitarían si tuvieran ventanas y lucernarias adecuadamente diseñadas, que además permitan la circulación cruzada del aire para refrescarlos sin tener que usar aire acondicionado, que es el mayor consumidor de energía en los edificios.
Es todo un despropósito usar terminados oscuros en las paredes interiores de espacios de uso público permanente, como sucede en varias universidades y una importante clínica del sur de la ciudad, lo que obliga a tener todo el tiempo encendida su iluminación. Igualmente, en el Centro Cultural de Cali (antigua Fes) al parecer no se les ocurrió idea mejor que ponerlo a la venta, por lo costoso de su mantenimiento, en lugar de pintarlo de blanco por dentro, además, por supuesto, de otras medidas de mayor monto, y sobre todo darle mejor y mas uso. Y, otro ejemplo, es todo un error quitarles más luz natural a los corredores y locales de Unicentro.
Finalmente, con respecto a las comunicaciones no hay mayor problema, aunque lo deseable es que hubiera señal libre para Internet en toda la ciudad. Pero en cambio está el gravísimo problema de sus basuras, desechos, desperdicios, escombros y demás, cada uno un problema diferente. Aquí la gente vota todo a la calle, o al canal de aguas lluvias o al cauce de las quebradas y ríos, y no hay una cultura del reciclaje, ni conciencia de que la basura significa también suciedad, como dice el DRAE. Así nos duela, y ojala nos duela, esta es una ciudad sucia además de fea, que solo cambiará cuando todos la “veamos” de verdad.