Caliescribe presenta estas narraciones de ficción como parte de su compromiso con la divulgación de la palabra escrita en todas las formas que ésta pueda tomar.
Por Alex Sterling
Por un roto que hicimos en la pared podemos ver a esa figura obesa buscando tus joyas. Por primera vez me agradeces que haya usado madera de mala calidad para partir la sala en dos. El tipo lleva un mazo de roca pura en una mano y con la otra apuñala los cojines y destroza los anaqueles con movimientos cortos y pesados. Buscando ingresos que le aseguren 3 meses de ocio. Es claro que no sabe buscar pero también es claro que nos mataría de encontrarnos. Así que evitamos eso de la respiración. Es muy ruidosa y este tipo tiene orejas gigantes.
Aprendimos a morirnos clínicamente y suspender el advenimiento de las moscas por casi media hora. Entrenamos con la seriedad de un magistrado. Gastamos exactamente 418 tardes enteras a 31-33 grados centígrados para procurarnos un correcto adiestramiento. Incluso mandamos a traer por Fedex un oso hormiguero. Lo necesitábamos para un ejercicio práctico de supervivencia:
Primero había que respirarse un taco de galletas entero. Cuando uno ya sentía las harinas tostadas ocupando todo el tracto respiratorio se tomaba dos mareoles y ponía música de viaje. El efecto era casi inmediato. Con algo de suerte uno alcazaba a ver a la primera hormiga exploradora precipitándose a la colonia para invitar a un festín. El oso hormiguero verifica desde lejos que el coma inducido sea profundo y se acerca con cara de imbécil, como si solo nos fuera a tumbar un par de piel rojas que se asoman por el bolsillo de la camisa. No hay duda de que, como se ha podido comprobar, el oso toma los cigarrillos y que los envenena con finas hierbas. Pero su verdadera intención es la de adentrarse, lengua furiosa, en las entrañas de uno. La lengua de un oso hormiguero se articula en 7 partes y puede ser del mismo largo de su cuerpo. Podría desencajarte una rodilla dándote en beso. Lo juro. La prueba era exitosa si la lengua del oso rompiendo las vísceras no producía cosquillas ni interrumpía el sueño. Ambos la pasamos sin problemas.
¿Por qué no usamos osos brasileros? me preguntabas días después. Ahora vemos a ese gigante demoler el piso de madera a patadas y esperamos por nuestra oportunidad. No somos de ese tipo de personas, pero se puso de moda en la ciudad: hay que aprender a hacerse el muerto. Nosotros siempre fuimos más dramáticos. Aprendimos a morirnos sin hacer tanto ruido.