Los vecinos del barrio El Bosque hemos estado soportando una descarga música norteña las últimas noches. No podemos entender, como unos cuantos habitantes no recuerdan esas normas de respeto mínimo, unas que son fáciles de entender hasta para animales, muchos de los cuales son más discretos que los vecinos de los que hago mención. Hay una normativa urbana al respecto, que fija en decibeles el límite del respeto por el vecino en zonas residenciales. Los decibeles no son una cuestión de interpretación personal, las reglas colocan un límite que debe hacer cumplir la policía y el Dagma y uno como ciudadano.
Respecto a esto, la queja en particular se remite a los últimos 3 fines de semana. Alguien en la cuadra de atrás escucha el mismo cd de música norteña desde el miércoles hasta el domingo, algunas veces. Como nadie podía dormir, varios vecinos llamamos a la policía desde la segunda semana. Cuando la policía hizo su arribo la primera vez, disminuyeron el volumen por unos instantes, para regresarlo al anterior cuando se iban los agentes.
Los policías no contaban con los equipos de medición de ruido. ¿Cómo pueden calcular a puro oído el nivel de ruido de un ambiente? ¿Cómo pueden demostrarle al infractor que ha cometido una falta y posteriormente sancionarlo?
Queda claro que sin los equipos necesarios es imposible. Si los agentes de tránsito tienen todos los equipos necesarios para realizar las pruebas de alcoholemia, y los policías de carreteras también, ¿por qué los policías urbanos no cuentan con este tipo de equipos?
Sin ninguna forma visible de llevar un control sobre el asunto todo siempre se queda en una reconvención verbal por parte el agente, una que siempre se olvida 15 minutos después de la partida de estos. Finalmente toca llegar a acuerdos, individuales con los ruidosos, que lo exponen a uno a reacciones imprevisibles por parte de estos. Si el estado ha creado una serie de reglas, claras y exactas, que legislan todo el respecto, ¿qué hay que hablar? Se supone que la regla y la autoridad es para evitar le interacción entre las partes, una que en una ciudad tan violenta como Cali suele terminar mal.
Para completar, hay una iglesia cristiana, al frente, unas cuadras después del Centro Comercial Chipichape, que ha sido imposible de controlar. Todos los domingos en horas de la mañana amplifican su misa en niveles que aturden hasta a los animales. Entendiendo que para los obreros, trabajadores de cualquier cosa, estudiantes y demás personas que tiene una agenda apretada entre semana, el domingo representa el día de descanso, se puede decir que se nos está vulnerando un derecho. Los ritos y todos sus cantos llegan a un volumen innecesario y no creo que la iglesia se perjudique controlando estos niveles de distorsión. Sería una actitud de sana convivencia, una que ya estaba turbada por vecinos escandalosos.
Señor alcalde Rodrigo Guerrero, el municipio clama por mano dura. No represión, no intransigencia, pero si una autoridades fuertes, respetadas, a las que se les obedezca. Unas autoridades con don de mando, que puedan regresarnos a una cultura ciudadana del respeto por el otro, ésa que supimos mantener por tantos años y que se perdió de la mano de la narco-cultura.