Caliescribe presenta estas narraciones de ficción como parte de su compromiso con la divulgación de la palabra escrita en todas las formas que ésta pueda tomar.
Por Alex Sterling
Dos ancianos esperan un bus. Uno de ellos nota rápidamente que nunca va a llegar porque la calle está cerrada un poco más arriba. Sin avisarle su descubrimiento al otro, que yace distraído, se aleja. El viejo se queda sólo en la silla y espera por una hora. Como no pasa nada decide investigar y sube por la calle. Llega al tramo que está en reparación y apenas ve un obrero se le lanza encima.
– Joven, ¿ya está terminando la carretera?
– No señor, vamos por partes
– Debo ir hacia al centro ahora…
– No creo que llegue por aquí
– Eso veo… ¿Usted para quién trabaja?
– Trabajo para una cooperativa
– ¿Cuánto le pagan?
– Me pagan 516.000 pesos.
– Le pagan demasiado
– Es el salario mínimo.
– A la velocidad que anda esto le están pagando demasiado…
– ¿Cuánto se gana usted, señor?
– Yo soy un jubilado
– ¿Cuánto se gana usted señor?
– Yo fui obrero de la construcción como usted, al comienzo… teníamos técnicas especiales en ese entonces: todas se basaban en el trabajo arduo, no necesitábamos aplanadores, topógrafos, maquinaria sueca… usted me ve en pantuflas ahora… pero no se puede imaginar lo buen trabajador que yo era… aguantaba el sol mucho mejor que usted… usted parece acalorado… Dígame, ¿Usted usa desodorante?
– ¿Por qué me pregunta eso?
– Dígame.
– Por supuesto que sí uso, ¿acaso huelo mal?
– Sí ve, a eso me refiero… a nosotros no nos daba vergüenza el olor del trabajo.
Callan ambos. Una mezcladora es la única habla, con voz de fumadora. El viejo se queda mirando al obrero y se le acerca para detallarle la piel.
– ¿Usted usa protector solar? ¿Le dan protector solar? – Dispara el anciano.
– No…
– ¿Y aún así se lo aguanta? No quiere oler mal pero no le preocupa en lo absoluto tener cáncer de piel… qué marica es usted…
– Mire señor, le advierto…
– Respete mis canas.
– No respeto un culo señor…
– Usted está trabajando para mí… mis impuestos pagan su salario…
– Sí, pero podría renunciar por romperle la cara ahora…
– Usted no puede renunciar, necesita mantener a su familia.
No había nadie para ver la cara del obrero, sus compañeros estaban protegiéndose del sol bajo las Ceibas y el anciano había emprendido carrera hacia una panadería cercana.