Por Redacción Ciudad
Bajo el puente peatonal que va sobre el río hasta la calle de la escopeta, se instalan en las noches los mimos 3 trabajadores sexuales. Llegan al lugar aproximadamente a las 11 de la noche, según hemos averiguado con los vigilantes de EMI y de otras entidades que tiene su sede en las calles aledañas. Al ser una entidad que presta sus servicios 24 horas al día, EMI cuanta con varios empleados que deben transitar por la zona en horas de la madrugada. Uno de ellos, al cual no identificaremos por pedido de él mismo, dice que en los últimos 3 mese ha presenciado más de 30 atracos, de los cuales, puede asegurar a simple vista, por lo menos la mitad fueron cometidos por el mismo grupo, a los cuales muchos ya los tiene identificados.
El testimonio es de un estudiante de Bellas Artes que fue atracado al salir tarde de un ensayo por ejemplo: “En serio pensé que era una mujer, una prostituta, por eso no me cambié de andén o me previne. Peor cuando pasé entre ellos note la voz de hombre, miré bien y claro, vi la nuez de Adán gigante. ME azaré un poco por lo incómodo de la situación peor nunca pensé que me fueran a atracar. Cuando menos pensé ya estaba rodeado por tres de ellos, todos mucho más altos que yo. Algo me lo decía, las mujeres acá no son tan altas.”
Aunque le malestar entre las autoridades y los habitantes es manifiesta nadie está poniendo sobre el tapete el derecho al trabajo ni la opción sexual o de vida de los trabajadores sexuales. Vestidos o no de mujer están en todo su derecho constitucional de ejercer una profesión que, como muchas otras, generan polémica. Sin embargo, los continuos atracos cometidos por impostores que se hacen pasar por trabajadores sexuales han logrado prevenir a algunos. Continuamente se asocia esta actividad con el delito y es algo que parte de un error generalizado de intolerancia moral.
Hay quejas generalizadas de habitantes del sector, espantados con el exhibicionismo inherente a un travesti. Es bastante discutible cuál es el límite de la piel legalmente exhibible, así toda interpretación, juicio o medida de hecho tomado bajo la presunción de que hay vestimentas prohibidas es irracional, ilegal y lo peor, irracional. Es entendible que el hecho de que un banda de atracadores que trabajan bajo la máscara de trabajadores sexual pueda hacer que se tomen prevenciones contra todo un gremio. Es entendible pero no tolerable.
No está claro si hay una red de proxenetismo, aunque jamás se ha denunciado la presencia de menores de edad o personas incapacitadas y todos los participantes parecen estar actuando en el uso de su voluntad. Las denuncias más reiterativas indican que hay un riesgo adyacente a la práctica de la prostitución, tanto para los clientes y transeúntes, como para los miembros de la comunidad LGTB. Es un peligro que instituciones sicariales, ya instaladas en la ciudad, empiecen a ajustar cuentas contra toda una comunidad que empieza recibir amenazas, como atestigua Mariela*, a la que ya le han dicho, en un tono no amigable y en presencia de armas de fuego, que no puede volver a la zona.
Sería recomendable, por eso mismo, que sean los mismos miembros de la comunidad que trabaja en la zona los que entreguen a las autoridades a los implicados en este tipo de actividades, así se termina la inseguridad para ambas partes, ambas en total libertad de ejercer su derecho a la vida.