Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
En el evangelio de este domingo (San Lucas 4,21-30 vemos cómo plasma Jesús su amor hacia el pueblo. Es un amor que todo lo perdona, todo lo entrega, todo lo acoge y lo regenera. Jesús hace su presentación al público para exponer se “programa de vida”. Lo hace en la Sinagoga de Nazaret, su pueblo, en medio de su pueblo. Y lo hace el sábado, el día de descanso y del culto a Dios.
El texto de Isaías sirve de marco para encuadrar la misión de Jesús: Anunciar libertad, liberación, luz, tiempo de gracias y salvación para todo el pueblo, pero especialmente para los empobrecidos y oprimidos.
Hay dos reacciones opuestas en sus oyentes. Admiración y rechazo total. Así Jesús se revela como el profeta, el que anuncia una Buena Noticia de liberación, el ungido de Dios, pero rechazado por los poderosos de este mundo.
Nosotros participamos de la vocación profética de Jesús por el Bautismo. Por lo tanto, estamos llamados a ser signos de contradicción dentro de los parámetros de la cultura actual: una cultura hedonista, utilitarista, consumista,, individualista, relativista y manipuladora.
Nuestra misión debe consistir en testimoniar los valores irrenunciables del Reino de Dios: el amor hasta las últimas consecuencias, la justica, la verdad y la paz, que posibilitarán una sociedad fraterna, anticipo del “tiempo de gracia de nuestro Dios”.