Vida Nueva
Por Héctor De los Ríos L.
Después de haber recorrido la etapa inicial de la cuaresma, en la cual pusimos nuestra atención en el misterio de pasión y gloria, paradoja que despejó la ruta del caminar cuaresmal, a partir de este domingo comenzamos una serie de tres domingos que nos traen de nuevo a la escuela en la que se aprende a ser discípulo: la escuela del perdón. El Señor nos invita a renovar nuestra vida volviendo a las aguas bautismales donde se muere al pecado y brota el hombre nuevo en Cristo Jesús.
En realidad se trata de dos caminos que se encuentran y se funden como en un gran abrazo: (1) el camino de la conversión, por parte del hombre, y (2) el camino de la misericordia, por parte de Dios; si bien, el camino de la misericordia es el que marca la pauta.
Se configuran así tres itinerarios de la conversión-misericordia:
Tenemos, entonces, hoy, el primer itinerario de conversión. Su finalidad es despertar las conciencias adormecidas y acomodadas en su estilo de vida.
Tal como se predicó desde el comienzo del evangelio de Lucas, por boca de Juan, la conversión cristiana es una conversión en la historia, teniendo en cuenta la vida cotidiana y con hechos (“frutos”) concretos. La conversión es una cuestión de responsabilidad y cada uno está llamado a asumir la parte que le corresponde.
En esta línea sigue la enseñanza de Jesús en Lc 13,1-9, pero teniendo en la mira además la misericordia de un Dios que no solamente pide conversión sino que ayuda a que ella sea posible. Tal como se dice en la parábola de la higuera estéril: “cavaré a su alrededor y echaré abono”.
Se nota en la parábola un constante llamado a la vida. La vida siempre está amenazada por razones que provienen de la maldad humana. Pero también hay una forma de negación de la vida simbolizada en la esterilidad de la higuera.
El pasaje de hoy nos invita a no aplazar la conversión. La principal motivación es vivir una vida fructífera, es decir, realizar plenamente el objetivo de nuestra existencia desarrollando todas nuestras potencialidades. La invitación del Señor ha resonado, no podemos echarla en saco roto.