Por Héctor De los Ríos L.
Vida Nueva
Estamos frente al dilema vida y muerte y no podemos eludirlo. Hace parte de nuestra constitución humana y, por tanto, debe hacer parte de nuestra experiencia de fe. Dios lo sabe y ha hecho opción por la vida de la persona. La Palabra de Dios de este domingo nos presenta dos casos, tomados uno del Antiguo Testamento y otro del Nuevo. En ambos casos se trata de madres viudas y de hijos únicos, en la lozanía de la vida. Se siente la total impotencia del ser humano ante lo inexplicable. En ambos casos hay un hombre de Dios: el profeta Elías, el luchador por el Dios de la vida, y Jesucristo, el Hijo de Dios, fuente él mismo de la vida.
El Evangelio (San Lucas 7, 11-17), nos presenta a Jesús que anuncia un evangelio de salvación y vida. Todo empieza por la mirada compasiva de Jesús a una viuda que lleva a enterrar a su hijo único. Su mirada lee la realidad, el dolor y el desamparo de la mujer. Es viuda. Su riqueza, su esperanza, su apoyo, su amor es su hijo único. Con su muerte todo ha muerto para ella. La palabra de Jesús: “No llores más”, es palabra de vida. Es consuelo y cuando Dios consuela cambia las situaciones difíciles de la persona.
Se escucha en el silencio de la tristeza su voz poderosa, creadora, salvadora, misericordiosa: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”.
Durante nuestro paso por el mundo vamos bebiendo de esa vida divina en la Palabra de Dios que es palabra de vida, en los sacramentos que son fuente de esa vida.