
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
De entrada, para hacer lo que había que hacer en la Manzana T prima, al frente del CAM (un amplio estacionamiento subterráneo, conformar una plazoleta y poner algún equipamiento urbano y oficinas), no era necesario demoler todos sus edificios sino refuncionalizarlos. Se habría dado un buen ejemplo en esta ciudad que bárbaramente confunde su desarrollo con la demolición, incluyendo la de su patrimonio arquitectónico. Como la bonita casa que existía allí, supuestamente protegida por ser un inmueble de interés cultural de Cali, pero demolida impunemente nada menos que por el mismo Municipio para ampliar el estacionamiento improvisado que tenía en el lote aledaño para sus muchos carros “oficiales”, y como pasó también con el bello puente del ferrocarril sobre la Carrera Octava en el abandonado Corredor Férreo.
En segundo lugar, dicha Manzana ya había sido objeto de un concurso público nacional de arquitectura hace unos años, asignado y pagado. Pero ni siquiera se recogió lo mejor de esa propuesta y de otras que concursaron, como la de bajar la Carrera 4ª Norte al nivel de la entrada al estacionamiento del CAM, permitiendo prolongar el puente peatonal existente para unir el nuevo espacio con las plazoletas del CAM, ampliándolo por supuesto, y conectar El Paseo Bolívar con la Plaza del Correo con otro amplio puente, detrás del monumento al Libertador. Obra que afortunadamente aun se podrá realizar para beneficio de peatones y vehículos, y del monumento mismo, lo mismo que reusar los edificios que quedan, en lugar de también demolerlos, que por lo visto es lo que quieren hacer como si adoraran la piqueta, y usar el gran lote desocupado del Sena.
Finalmente, lo que se esta viendo de lo que va quedando, pues el proyecto esta sin terminar y se hizo a dedo y a espaldas de los caleños y de la SCA, no es una plaza pequeña, como sugiere su nombre, ni de la “caleñidad”, la que no es apenas la geografía de la ciudad, y lo de llamarla Jairo Varela fue oportunismo de última hora. La verdad es un espacio público desatinado e inconcluso, cuyo costo excede el valor de lo que supuestamente se podría hacer allí cuando lo terminen. Y la “representación” de Cali con sus farallones, cerros tutelares y ríos, además de ingenua y mas propia de un parque infantil, dificulta su seguridad, limpieza y mantenimiento, como su uso para otros eventos distintos cuando pase la novelería, y por supuesto es un error dedicarla a los de música popular, que aquí son multitudinarios y ruidosos.
Es esa equivocación de reinventar espacios públicos cuya morfología tomo siglos en consolidarse, y llenarlos de elementos sin función, y de “informaciones” que precisan de explicación. Y que poco aportan a la ciudad, como el Centro de Eventos, con su absurda denominación, que insiste en defender la Cámara de Comercio de Cali por su supuesto éxito para los negocios (R. Arango, El Centro de Eventos Valle del Pacífico, El País, 24/06/2013 ), pero que nada le puede aportar a Cali como espacio urbano pues sencillamente no está aquí sino en medio de un lejano cañal. Lo que si hubiera sido acertado en el caso del estadio, adquiriendo el “cañengo” del Deportivo Cali, en lugar de mantenerlo en San Fernando, para facilitar el control de los “aficionados” al futbol, y evitar las interrupciones del tránsito en la Calle Quinta.