
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
La línea amarilla y con textura para los invidentes en los nuevos andenes es un chiste: para caminar con seguridad en ellos hay que ir con los ojos bien abiertos. En unos tramos es amarilla y en otros no, y de pronto hace giros sucesivos a 90º para evadir las tapas de Emcali, las que, no es un chiste, no se pueden tocar ni con el pétalo de una línea, sin importar siquiera que sea amarilla. Pero el chiste se vuelve cruel cuando conduce directamente a un poste o un bolardo atravesado, o a una rampa donde el golpe avisa, tarde pero avisa, como esos semáforos con sonido para los invidentes, pero que se confunde chistosamente con el ruido de la calle; y no faltan los que piensan sin humor que es el semáforo dañado.
El uso “provisional” del intercambiador vial de la Cl. 5 con Cr. 10, cambiando el sentido de su paso inferior (por el chiste malo y repetido en Cali de poner las dos calzadas en el mismo sentido), se volvió un chiste permanente, debido al chiste muy malo de suprimir las entradas y salidas al Centro desde la Avenida Colombia, cuyo cambio de nombre se transformó en una redundancia chistosa: llamar bulevar a una avenida, algo así como llamar agua liquida al agua. O llamar provisional a lo que se sabe permanente, o permanente a lo que pronto se daña o roba; como las lámparas que ya faltan allí y el suelo que insiste en rajarse al paso del MIO pues tiembla como si fuera un chiste.
El puente peatonal en la llamada Autopista Sur Oriental con Cr. 44, otro chiste, es un chiste: su arco azul es inútil como lo es también su terminación en uno de sus extremos en un mal chiste que lo es un paso peatonal en el que los peatones tienen que disputar con los carros el chiste de pasar. Lo que no es nada chistoso es el costo de ese mamarracho , como el de varios puentes construidos para dos carriles pero en los que solamente se puede usar uno. ¿Un chiste? No, varios, para que no quepa duda de que se trata de un chiste, de varios chistes: varios presupuestos; varios costos finales; varios robos, pero nadie ni siquiera se ríe.
Y el puente “Montaña Rusa”, en el sur de la ciudad, con sendos semáforos a la entrada y la salida no es una pega sino dos chistes uno detrás del otro. Único en el mundo, es un buen chiste para los empeñados en que el mundo ponga sus ojos en Cali, y no apenas en las caleñas (chiste verde). Lo que no es nada chistoso es encontrarse con un carro parado justo después de alcanzar su alta cima, todo un tercer mal chiste, y mas aun si se lo choca, convirtiendo eso de que “el que pega por detrás paga” en un chiste cruel, y mas aún el “no lo vi”, esta vez totalmente evidente. Deberían poner un tercer semáforo antes de su parte mas alta, y no es un chiste.
El “estacionamiento de visitantes” en el anden del Club Colombia sería un chiste sino fuera por que allá no llega nadie caminando: seria un chiste de mal gusto. Es apenas un mal ejemplo, como la apropiación ilegal del anden lateral del Hotel Intercontinental, que es el colmo de la desfachatez. Y el desmantelamiento de Villa Felisa es un chiste cruel en las narices del Comité Municipal de Patrimonio, dizque encargado de velar por la protección del patrimonio arquitectónico y urbano de Cali, aquí un viejo chiste, como la “restauración” de Cañasgordas, suspendida de nuevo, toda una broma macabra. ¿Y que tal la plazoleta del chiste de la caleñidad?