
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Este paso inferior en la Avenida Colombia, que no túnel, sin duda es conveniente para el tránsito que va directo a Versalles o continua por la Carrera Primera, como fue lo propuesto en el Plan del Centro Global hace unos años. Pero aunque es el “túnel” urbano más largo del país, lo que no significa nada importante (para no hablar de su ridículo nombre), aun es el más lento y a su salida, en pendiente y con curvas y contra curvas, sí están autorizados 60 kilómetros por hora, la velocidad permitida en las vías arterias de la ciudad, aunque no es posible mantenerla, lo que dice mucho de la improvisación de su demarcación y señalización.
Ya pasaron de 40 a 50 dicho tope, que debería ser de 60, en lugar de primero organizar los carriles, pues a la entrada y por unos 150 metros debería mantenerse en 40 para facilitar el entrecruzamiento de los vehículos que acceden desde la Calle Quinta y van para Versalles, pasando del cuarto carril al segundo, mientras los que bajan por la Avenida Colombia a continuar por la Carrera Primera lo deberían hacer del segundo al tercero. Las motos que van a Versalles deberían ir por el segundo carril mientras que las que van a la Carrera primera por el cuarto, por lo que deberían ser más anchos. Pensar que todas deben ir juntas por el cuarto carril y que las que van a Versalles se pasen al final al segundo atravesando el tercero es peligroso.
Todo esto se hubiera simplificado si solo se hubieran pasado tres carriles por debajo, como se propuso en el mencionado plan, dejando dos arriba, para un total de cinco y no apenas cuatro como quedó. Fue una grave equivocación suprimir totalmente el tránsito por la Avenida Colombia en ese trayecto, pues le daba animación y seguridad, y acceso a los que habitan allí, como lo están reclamando, ni siquiera dejaron una ciclovía, y es lo que disuadirá a los que traten de poner algún tipo de comercio. Y permitía la entrada y salida al Centro por ese costado, y que los que vengan desde el Oeste no tengan que desviarse hasta la Carrera 10 para hacerlo.
Ya van 61 millardos y el “túnel” está sin terminar. La señalización se está poniendo poco a poco, y faltan las bombas de achique, que exigió EMCALI, atenidos a que el río Cali se bote solo cada muchos años, pero sin considerar que con el cambio climático aquí lloverá más, y que las cabeceras y cuencas del Cali y el Aguacatal están cada vez más desforestadas. Y asusta que revivan la estúpida idea de poner muros a lo largo de la Avenida Colombia para que no se inunde pues anunciaron unas obras dizque para evitarlo. Al fin y al cabo ya demolieron a espaldas de los caleños 700 metros de barandas y pérgolas originales de la Avenida Colombia.
Pero tal parece que nadie le da importancia a dicho patrimonio, ni a la agradable sorpresa de encontrar al salir del túnel de repente la llamada Torre de Cali, la que así adquirió finalmente una acertada presencia urbana, con la ventaja adicional de que no está justo en el eje sino a un costado, restándole imponencia, lo que es afortunado tratándose de un edificio muy alto y que está muy cerca. Pero la bella perspectiva que se tenía desde la Calle Octava hacia la Ermita se malogró con las chimeneas de ventilación, incluso para los peatones. Perspectivas que son precisamente las que hacen de una ciudad una experiencia memorable; no sus túneles.