
Sistemáticamente y en forma mentirosa las autoridades señalan la responsabilidad de lo sucedido a supuestas “invasiones” para disfrazar su participación en los negociados de la tierra. El crecimiento fue hecho “a retazos” en terrenos no urbanizables. Los altísimos costos de servicios públicos, vías y servicios comunales que asumieron el Municipio y Emcali son incompatibles con la vivienda de interés social. De tal forma que la valorización, al convertir tierras agrícolas en urbanizaciones, fue un gran negociado para sus propietarios. Además, la figura de la plusvalía en ningún momento se hizo presente. Todo este proceso bajo la mirada cómplice de las mal llamadas “autoridades”.
Hoy queda un remanente en el corregimiento de Navarro, en uso agrícola sin urbanizar, también conocido como los ejidos de Meléndez. Estos ejidos, en terrenos inundables, fueron asignados en su momento para pastoreo y de ninguna manera para vivienda. Sabemos por experiencia que urbanizar el valle geográfico es un error económico y un delito ecológico. El Municipio debería englobar estos terrenos remanentes para conservar y garantizar su verdadera vocación que es la agrícola. De hecho, no habrá viviendas. Los terrenos se podrían adjudicar en comodato por medio de concursos públicos a instituciones sin ánimo de lucro, para promover granjas destinadas a la agricultura intensiva. Tendrían mayor puntaje en las adjudicaciones las granjas que propongan generar mano de obra intensiva del sector y al tiempo desarrollen programas docentes y de investigaciones agrícolas.
Aguablanca se convirtió en un gigantesco lastre urbano y social para Cali. Hoy no queremos ver el “desparrame” urbano en Candelaria a orillas del río Cauca, que se está convirtiendo en otro gigantesco Aguablanca. Este es el imperdonable resultado de no tener políticas claras de ordenamiento urbano y regional.