Por Héctor De los Ríos L.
En la ausencia del Señor…
Jesús enseña a vivir la espera
“Estén preparados, porque en el momento que no piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Lucas 12,32-48).
El discípulo de Jesús, quien ha sido educado en la libertad de corazón frente a los bienes materiales para caminar ligero de equipaje y siempre movido por el amor, también tiene que ser educado en la espera del último día. En él, su Señor glorificado regresará para el juicio, realizando definitivamente el Reino inaugurado en su ministerio terreno y con él la gloriosa y perfecta soberanía de Dios sobre el mundo. En este encuentro gozoso y amoroso cara a cara con su Señor, el seguidor de Jesús tiene puesto su corazón. El problema está en el “mientras tanto”. Como se hace notar a lo largo de nuestro pasaje de este domingo, cuando se refiere a un patrón ausente, una constante de la vida de la fe es la sensación del escondimiento y de la aparente ausencia total del Señor. Y esto supone una prueba muy grande para el discípulo. Es como si se reviviera el dolor interno que suscita la pregunta que viene fuera: “¿Dónde está tu Dios?”.
Cuando miramos alrededor percibimos muchos valores en nuestra sociedad, pero también vemos como suceden tantas cosas negativas que suscitan preguntas sobre el sentido de la vida e incluso: “¿Dónde está Dios?”.
Nos sobresaltan guerras, vemos injusticias, no faltan las enfermedades incurables, vemos vuelcos en los valores familiares, se cometen injusticias, a veces falta el empleo y lo esencial para una vida digna. “¿Dónde está Dios?”.
Los señores del mundo parecen ser otros, ellos intervienen de manera decisiva en nuestras vidas y orientan los destinos del mundo. Frente a todas estas fuerzas tan evidentes para nuestra experiencia, corremos el riesgo de pensar que Dios está lejano y que es débil. “¿Dónde está Dios?”.
El camino es largo. De ahí que, en cuanto a peregrinos en la historia y en ruta hacia el Reino definitivo, es posible que no lleguemos a encontrar los alicientes que deseamos y corramos el riesgo de cansarnos y de caer en tibieza espiritual.