Vida Nueva
Por Héctor De Los Ríos L.
Seguimos caminando junto con los discípulos en el seguimiento de Jesús –como nos los presenta la pedagogía del evangelio de Lucas- rumbo a Jerusalén. La “subida”, que abarca todos los pasajes de 9,51 a 19,48, de dicho evangelio, va exponiendo con sumo cuidado las lecciones más importantes del discipulado, de manera que “el discípulo bien formado sea como su Maestro”.
El evangelio de hoy necesita ser contextualizado. Tengamos presentes las siguientes anotaciones previas.
Los textos que hemos leído en los últimos domingos han situado el discipulado –desde la perspectiva de la Buena Nueva del Reino de Dios- dentro del complejo mundo de las relaciones. No son fáciles las relaciones, sobre todo cuando hay dinero de por medio. Sin embargo, precisamente allí se debe verificar la vida nueva del Reino en la manera de ser de los discípulos.
Ahora Jesús cambia de auditorio. Deja de lado a los fariseos que termina con la parábola del rico epulón) y comienza a hablar con sus discípulos. Es característico en Lucas este cambio frecuente de auditorio alternando las multitudes, los adversarios y los discípulos; igualmente la alternancia de individuos y grupos.
Una vez que se anuncia que Jesús se dirige a los discípulos, vemos cómo del tema de las relaciones sociales (rico-pobre: parábola del rico epulón y el pobre Lázaro) se pasa enseguida al de las relaciones al interior de la comunidad. El texto seleccionado para hoy forma parte de una serie de cuatro enseñanzas sobre la vida comunitaria en Lc 17,1-10, y trata sobre dos temas fundamentales:
(1) el crecimiento en la fe, y (2) la necesidad de la humildad a la hora de cumplir con las responsabilidades .
En el contexto inmediato del pasaje encontramos las dos primeras dos instrucciones. Ambas tratan de poner en orden situaciones negativas que se presentan al interior de una comunidad:
(1) el peligro de los escándalos, es decir, el volverse piedra de tropiezo en el camino de otro ; y (2) la necesidad de perdonar los pecados de los hermanos (hacia fuera o contra uno;.
En ambos casos escuchamos dos enseñanzas imperativas de Jesús: (1)“¡Cuidaos de vosotros mismos!” y (2) el perdón fraterno “siete veces al día… ¡le perdonarás!”.
Salta a la vista que el discipulado es siempre con-discipulado, es decir, no se camina aislado de los demás porque el de Jesús es un camino compartido, comunitario. Pero es evidente –y lo sabemos por experiencia- que nunca faltan las dificultades: los roces, los malos-entendidos, los abusos, las negligencias, las personalidades fuertes o las muy frágiles. ¡Qué difícil es convivir! Por eso Jesús ahora va tocando una a una algunas de estas realidades sentando posición al respecto. Por ejemplo, el imperativo de Jesús: “¡Le perdonarás!” –
Es después de estas líneas sobre la conflictividad en las relaciones que de repente se escucha el grito de los discípulos: “¡Auméntanos la fe!”.
Del perdón se salta al tema de la fe. Nos vienen a la mente frases famosas de la Biblia sobre la fe: “El justo vivirá por la fe”; “Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe” ; “El que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan” .
Pero es en el mismo evangelio de Lucas donde encontramos una cantera de experiencias de fe, sean estas positivas, negativas o deficientes. Por ejemplo:
Ya desde la primera página del evangelio se nos presenta a Zacarías quien es reprendido por “no haber dado crédito” al anuncio del Ángel; o la otra cara de la moneda en el Fiat de María, la cual es felicitada: “¡Feliz la que ha creído!” Sin duda las bellas historias de fe de los marginados: la de los que cargan a un paralítico “viendo la fe de ellos…”; la del centurión romano que se siente indigno frente a Jesús y recibe del Maestro la felicitación “Ni en Israel he encontrado una fe tan grande” ; o de la prostituta, quien mostró un maravilloso impulso de amor y escuchó las palabras: “Tu fe te ha salvado, vete en paz); en los mismos términos anima la fe de la impura hemorroísa, del leproso samaritano y del ciego de Jericó .
Es llamativo que frente a la declaración del fallecimiento de una niña de doce años, Jesús le diga al papá: “No temas, solamente ten fe y se salvará”
Ante la impaciencia de la persona desesperada porque no ve “justicia” y que quizás llega pensar que Dios no escucha las oraciones, Jesús pregunta: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”.
Pero también asistimos a la fe débil de los discípulos ante la tempestad en medio del lago y la consecuente reprensión de Jesús: “¿Dónde está vuestra fe?”. Le dirá incluso: “¡Hombres de poca fe!”. Sobre todo ante la noche oscura de la pasión se les hará notar: “¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer” .
Más diciente aún es que el mismo Pedro que confiesa la fe en nombre de la comunidad, exhiba luego –a la hora de la violencia cruel sobre el Maestro- su debilidad al respecto. Pero Jesús muestra aquí y siempre interés por la maduración de su fe: “He rogado por ti, para que tu fe no desfallezca” .
Si tenemos en cuenta todo lo anterior, entonces comprenderemos mejor el tenor de la súplica de los discípulos, que se escucha hoy en plural comunitario en cuanto petición apostólica: “¡Señor, auméntanos la fe!”.