Por Héctor de los Ríos.
Vida Nueva
Hemos comenzado el llamado “Tiempo Ordinario”, tiempo que no es de segunda categoría con relación al tiempo “fuerte” que acaba de pasar, sino espacio de crecimiento en la fe en Cristo quien manifestado en la carne y glorificado en su muerte y resurrección nos llama a seguir sus huellas cada de día de nuestra vida. Este es el tiempo del “discipulado”, del seguimiento, del aprendizaje de las rutas del Evangelio.
En este domingo y en el próximo, junto con el Evangelio, daremos el primer paso del discipulado, esto es: la respuesta a la llamada. Los evangelios de Juan y de Marcos nos dan dos versiones distintas del llamado del primer grupo de discípulos y con cada uno descubrimos nuevos y ricos matices del misterio de la vocación cristiana.
Escrutemos las riquezas de este maravilloso pasaje que nos enseña cómo es un encuentro con Jesús.
Leamos Juan 1, 29-34
En el primer capítulo del evangelio de Juan se hace una presentación progresiva de la persona Jesús, de esta manera:
(1) El prólogo-Himno (Juan 1,1-18) que nos anuncia quién es Jesús y nos presenta las líneas principales del Evangelio;
(2) El testimonio de Juan Bautista (Juan 1,19-34), en el cual se hace una presentación de la persona de Jesús, mientras éste entra en escena;
(3) La primera actividad de Jesús, que es la congregación de sus primeros discípulos (Juan 1,35-51).
Pues bien, como lectores asistimos a las primeras palabras de Jesús en el Evangelio, que son pocas pero significativas y ocupan un lugar central en cada escena. Éstas están dirigidas exclusivamente a aquellos con los cuales sostendrá la relación más estrecha, es decir a sus discípulos, los mismos que experimentarán y comprenderán su misterio y se convertirán luego en sus testigos.
La manera como sucede el primer encuentro con Jesús, los pasos y mediaciones que allí se dan, permanecerá como paradigma para los discípulos de todos los tiempos quienes comenzarán su camino de discipulado a partir de un “encuentro personal” con Jesús.
Un dato significativo, que anotamos para comenzar, es que mientras los otros tres evangelios describen el llamado de los discípulos de manera breve y concisa en torno al significado del imperativo “Sígueme” -en los llamados relatos vocacionales-, el evangelio de Juan prefiere describir con todo su colorido la manera como se comienza a tejer la relación profunda entre el maestro y sus discípulos, mostrándonos otro ángulo -quizás más profundo- de lo que significa el “seguir” a Jesús.
El evangelio de Juan nos enseña, entonces, desde su primera página cómo es un encuentro con Jesús. Si pudiéramos sintetizarlo todo en pocas palabras podríamos decir que todo encuentro con Jesús es:
· Personal -Original –Intenso –Significativo- Transformador
· Provocador de nuevos encuentros
Sobre esta base el evangelista Juan nos describe una serie de escenas, cada una con sus propias particularidades, permitiéndonos así descubrir lo maravilloso que es encontrarse con Jesús y todas las consecuencias que se derivan del encuentro. Estas escenas están encadenadas entre sí (las dos primeras y las dos últimas por el testimonio de quien ya encontró a Jesús; la segunda y la tercera por el motivo cronológico) y se desarrollan como en un crescendo, donde la identidad de la persona de Jesús va apareciendo cada vez más clara y la percepción de los discípulos (el “ver”) tiene mayor profundidad.