
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.
Gaspar Théodore Mollien ya pensaba en 1823 que los bogotanos “con tal de que no les hagan pagar impuestos y les dejen criticar a su gusto, se creen libres.” (Citado por P. Navas: Le Tour du Monde, 2013, t.1, p.8), lo que ahora se puede decir de todos los colombianos. Pero ¿es democrático que siempre los elegidos lo sean por menos del 50% de los que pueden votar, y que despilfarren o roben el dinero de los que si pagan impuestos?
Con su opinión y su (no) voto son los responsables de lo que pasa en el país, acostumbrados a que otros decidan por ellos evitándoles tener que pensar. El hecho es que casi todos los candidatos contaminan el espacio público de las ciudades con propagandas mentirosas. En lugar de propuestas para mejorar la calidad de vida, son sólo un slogan, la mayoría de las veces ridículo y de mal gusto, que atraviesan en las calles no para que se lea sino apenas para que se vea su “presencia”.
La mayoría ni siquiera ha expresado tener conocimiento de los problemas medioambientales que afrontamos. Nada sobre la eventual carencia de agua potable, nada sobre su despilfarro y el de la energía eléctrica, ni sobre los problemas ecológicos al generarla, nada sobre la movilidad urbana, y nada sobre la sobrepoblación y tamaño de las ciudades. Tampoco les interesa su belleza -se ve en sus pasacalles- desconociendo su importancia en la vida urbana. Su nivel académico es bajo, su experiencia administrativa mínima y su cultura general muy limitada.
Si en las próximas elecciones, esa mayoría de ciudadanos que tradicionalmente se abstiene, vota en blanco, y lo repite todas las veces que sea preciso, se podría eliminar a la larga el exagerado número, ineficiencia, corrupción, y desvergonzados sueldos, pensiones y demás prebendas de estos políticos que no proponen nada serio y se roban el erario; e inclusive que desaparezca el sistema bicameral.
Hay que votar a favor de programas y no contra personas, y no pensar apenas en presidentes, gobernadores y alcaldes, porque los responsables del desorden del país y la precariedad de sus ciudades son en mayor medida un Congreso, Asambleas y Concejos que dan vergüenza, y unas Cortes contradictorias, para no hablar de los problemas (verdaderos y falsos) de las Fuerzas Armadas. Si no hay por quien votar y con posibilidades de ganar, mejor hacerlo en blanco que abstenerse pues es una opción ética y no apenas política.
Hay que poner una X en el sitio indicado en el tarjetón. Si la mayoría simple de los votos es en blanco, la votación deberá repetirse por una vez. En elecciones unipersonales no podrán presentarse de nuevo los mismos candidatos, y en las de corporaciones públicas no podrán hacerlo las listas que no hayan alcanzado el umbral <www.registraduria.gov.co/-Voto-en-blanco-.html>. Encontrar nuevos candidatos y buenos es difícil, pero por lo menos se eliminan los oportunistas de última hora, pues no podrán recuperar su “inversión”.
Votar en Colombia es una de las pocas gestiones públicas fáciles, rápidas y seguras; casi no hay tránsito, ni borrachos manejando y se puede estacionar cerca al lugar de votación. Votar es un acto de cordura con uno mismo, si se considera que los mismos con las mismas, elegidos por una minoría comprada con nuestro dinero, nos afectarán negativamente a todos, incluyendo por supuesto a los que se abstienen.