Por Héctor de los Ríos
Vida Nueva
El mensaje de la liturgia de este domingo es de la esencia del cristianismo: el amor a Dios y el amor a los demás. Esta primera lectura del Exodo nos trae el texto de la antigua Ley entregado a Moisés. El texto se centra en el amor a los otros, prohibiendo toda forma de explotación, opresión, injusticia y abuso de los débiles. Aunque todavía imperfecta en el punto del amor a los demás, la antigua* Ley estaba muy consciente de la importancia de este mandamiento.
A su vez, y con ocasión de la presencia cristiana entre los gentiles, San Pablo pone énfasis en el amor de Dios. Este amor es incompatible con los ídolos y viejos modos de vida de la gente, de modo que después de su conversión, el pueblo debía abandonarlos.
En el Evangelio Jesús pone juntos los dos mandamientos del amor. Se refiere a Ley, pero la lleva a plenitud y le da todo su significado. De ahí podemos sacar algunas conclusiones:
a) Jesús explícitamente afirma que el amor total a Dios y el amor al prójimo son el resumen de la voluntad de Dios.
b) Jesús distingue entre los dos amores. No son lo mismo; su objeto es diferente: Dios no es el hombre, ni el hombre es Dios. Ambos son muy importantes, aunque en primer lugar está el amor a Dios.
c) el amor al prójimo tiene el segundo lugar, aunque es «similar» al amor a Dios. Quiere decir que los dos amores no pueden ser separados. Quiere decir que el amor a Dios es la fuente del amor al prójimo, y el amor al prójimo es la expresión del amor a Dios.
d) esta unidad de los dos amores es lo típico del cristianismo. Unifica la oración y el servicio a los demás; la contemplación y el compromiso; la práctica religiosa y la acción social, etc.