Por Luz B. Jiménez/Pablo Borrero
Con alguna frecuencia se dice por parte de los amigos afectos al presidente Santos que la situación social de los colombianos ha cambiado gracias a los esfuerzos del gobierno por reducir los índices de pobreza y de pobreza extrema, en tanto crece la denominada clase media que hoy se dice alcanza la mitad de la población del país.
Lo primero que debe decirse es que en verdad es cierto que una parte de la población (3 millones de habitantes) que antes se encontraba en la extrema pobreza ha mejorado su nivel de vida superando dicho estado, no obstante que hoy se calcula en 13 millones la población pobre de Colombia.
Esta franja de ciudadanos que han salido de la extrema pobreza constituye la nueva cara de la pobreza existente, para quienes se construyen casas gratis y se otorgan subsidios en salud, educación, transporte, servicios públicos, etc., pero que por supuesto no contarán con la garantía real de continuar usufructuando dichos beneficios, agravándose su situación en la medida en que no poseen ingresos fijos, ni trabajo estable y en cambio son titulares de nuevos deberes y obligaciones consigo mismo, sus familias y con el Estado, circunstancia ésta que hace que no puedan salir de la pobreza que los agobia y los condena a vivir en el peor de los mundos, el de saber que en cualquier momento pueden regresar a la extrema pobreza, en un país en donde las oportunidades de mejorar la condición de vida y bienestar continúan siendo muy limitadas e inestables, especialmente para aquellos habitantes que viven en las regiones y departamentos más pobres y en donde la presencia del Estado es mínima y sus habitantes subsisten en condiciones infrahumanas, tal como sucede per ejemplo en la Guajira, en el Chocó, aunque también los pobres de Colombia hacen parte del panorama de las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, en donde la nueva clase de pobres viven del asistencialismo mendicante que entrega el gobierno, del trabajo informal ó rebusque que realizan vendedores ambulantes, moto taxistas, etc.
La nueva cara de la pobreza en las ciudades nos muestra que cuatro personas de un núcleo familiar que hoy obtienen un ingreso total de $809.332 mensuales promedio, es decir, doscientos mil pesos por cabeza, han mejorado su condición social e individual pasando de la extrema pobreza a la pobreza, esto sin contar con que en el agro el margen resulta mucho menor.
Desde luego que esta circunstancia no modifica en ningún caso la situación de pobreza que afronta el pueblo colombiano, en tanto crecen los niveles de desigualdad, tal como sucede en las principales ciudades del país.
En tratándose de los sectores medios de la población su situación no tiene carácter estable en la medida en que crecen sus necesidades y obligaciones y muchos de sus integrantes ante la situación de desaceleración de la economía temen bajar en la escala social, al tiempo que un porcentaje mínimo de la población pertenecientes a las clases dirigentes se hace cada vez más rico y opulento.
No olvidemos que en Colombia el 10% de los hogares más ricos perciben más del 40% de los ingresos laborales al paso que el 90% solo obtiene el 60% restante, materializándose de ésta forma la desigualdad en el ingreso.
Y de ahí que la preocupación de los gobiernos de reducir la pobreza y la desigualdad social no sea más que cantos de sirena, las cuales no podrán ser erradicadas sin abolir las verdaderas causas que las originan, lo cual no depende simplemente de implementar políticas asistencialistas y populistas ó de aumentar salarios ó ingresos derivados de alguna actividad informal, si no de cambiar las condiciones impuestas por el actual régimen económico, político y social de corte neo-liberal y excluyente que propugna por la explotación económica del trabajo y la exclusión política de los ciudadanos que aspiran a mejorar su situación social y a que el Estado exprese por igual los intereses de todos los ciudadanos.
VEEDURIA CIUDADANA POR LA DEMOCRACIA Y LA CONVIVENCIA SOCIAL