Por: Ana María Valencia M.
El silencio trae consigo grandes beneficios. El silencio, no es callar por callar, es permanecer en total y absoluto silencio tanto por dentro como por fuera. Lograr este punto de silencio absoluto en nuestro interior requiere de práctica, en espacial de aprender a soltar los miles de pensamiento y preocupaciones que inundan nuestra mente. Practicar el silencio de manera interna es lograr despejar la mente, las emociones y estar en una estado de “vacio” para dejar que Dios entre en nosotros.
Se puede empezar por procurar estar en silencio mientras otra persona habla, escucharla con atención, apartando los pensamientos y los prejuicios sin estar pendiente de cosas externas a ese momento, solo observando y recibiendo lo que la otra persona dice. Este estado de silencio permite sorprendernos con lo que escuchamos porque le ofrece apertura a la otra persona para decir tal vez mas de lo que deseaba decir, las ideas fluyen , porque de esta manera Dios puede presentarse entre nosotros. Callar muchas veces es más sabio que habar apresuradamente. El silencio, nos evita una situación vergonzosa o discusiones.
El silencio también lo podemos experimentar en la contemplación de los sucesos del día a día, estando atentos a los sonidos de afuera, a los movimientos. Pero más profundo aun es el silencio interno, cuando podemos contemplar el sonido de nuestro cuerpo, la respiración , el latir del corazón, el movimiento de nuestros huesos, sentir nuestro parpadear…es ahí cuando Dios llega habitando nuestro cuerpo, llenándonos de tranquilidad y conciencia frente a lo que es nuestro cuerpo, para sentir amor propio, para querer cuidarlo y casi repentinamente Dios es quien comienza hablar con nosotros, se convierte en esa voz interior nuestra, los sentidos se agudizan. Es en un momento de silencio, donde se habla más que cualquier otro instante. Es un momento oportuno para hallar la calma, la sensatez, el amor… para encontrar la Luz que nos guía.
En el silencio, te encontraras a ti mismo, tal cual eres, sin mascaras, con franqueza. Ahí se encuentra la belleza del mundo, no hay nada que tendrás que buscar afuera, todo está ahí dentro de cada ser.
Este estado de silencio puede lograrse en cualquier actividad. Por ejemplo, mientras se come, podemos imaginar de donde ha salido cada alimento, en las manos que lo han preparado, en su proceso de cocción, en su aroma, en la sensación al entrar en el paladar, al masticar, al tragan…es poder apreciar cada detalle de un hecho dentro y fuera de mi. Esto llena el alma, la conforta, la libera de pensamientos innecesarios y ociosos.
Al comenzar hacer el ejercicio del silencio, es darse cuenta que solo así se encuentran las mejores respuestas a las cosas mas difíciles de nuestra vida, porque Dios habita dentro nuestro, Dios no desea ni estar por fuera, su gran anhelo es estar en común-unión con nosotros, el silencio es la puerta para que esto suceda. El alta voz de Dios es el silencio.