Fiesta del Cuerpo y la Sangre de CristoVida NuevaPor P. Héctor De los Rios L.Multiplicar el pan es compartir Génesis 14,18-20: «Melquisedec presentó pan y vino» Salmo 110(109): «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec» 1Corintios 11, 23-26: «Cada vez que coman este Pan y beban de este Cáliz, proclaman la muerte del Señor»San Lucas 9,10-17: «Comieron todos y se saciaron»El episodio de la historia de Abrahán que nos recuerda el libro del Génesis ha servido como punto de partida para una catequesis sobre Jesucristo y la Eucaristía. Melquisedec, Rey y Sacerdote sale al encuentro de Abraham y le presenta pan y vino. El representa un culto abierto, sin particularismos. Al no mencionar la Biblia su genealogía, se interpreta como una especial dedicación a Dios y a su misión. La ofrenda del pan y del vino significa un gesto de acogida, de espiritualización del culto frente a sacrificios animales.Melquisedec, rey de Salem (Jerusalén), es un precursor lejano de todos los reyes hijos de David. Jesús es el Hijo de David, su reino no tiene fin, y su sacerdocio no se extingue, porque vive eternamente ante el Padre, intercediendo por nosotros,La carta paulina a los Corintios nos brinda un testimonio emocionante de cómo Pablo recibió de la comunidad primitiva, al convertirse, la tradición de la institución de la Eucaristía «que procede del Señor». La eucaristía es el bien común de la Iglesia, el banquete en el que ofrecemos y participamos de la muerte sacrificial de Cristo.Pablo recuerda la forma tradicional de la Cena, para cortar los abusos que se habían introducido en el ágape e precedía a la misma. Aparece la Eucaristía como memorial y como anuncio de la muerte del Señor. El interpreta su propia muerte: «Se entrega por ustedes y por todos los hombres».En el Evangelio de hoy vemos que Jesús: dio de comer a más de cinco mil hombres, con los cinco panes y dos peces que le presentaron, después de estar hablando largamente del Reino, después de curar a los que lo necesitaban, alzando la mirada al cielo, orando, y pronunciando la bendición, – y recogieron las sobras: doce cestos. Estos doce cestos, uno por cada apóstol, es el signo de que ellos han de seguir alimentando a los hambrientos, como Jesús lo hizo: con la Palabra, la oración, los signos correspondientes y el Pan.Hoy, día de Corpus, nos alegramos con la celebración del gran acontecimiento realizado por Jesús en la noche del Jueves Santo: «esto es mi cuerpo y esta es mi sangre, derramada para el perdón de los pecados; hagan esto en conmemoración mía. Junto a la presencia sacramental de Cristo, celebramos su presencia en la Palabra, en la Comunidad, y en los «signos» que han de ser vistos en cada uno de nosotros como creyentes en Cristo Jesús.Pero no podemos olvidar la otra parte del testamento que nos dejó: «ámense unos a otros como Yo los he amado». Si procuramos seguir el mandato de Jesús, oiremos aquellas palabras que también él pronunció: «vengan benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer». La fiesta de Corpus nos habla de la manifestación del Señor, pero no solamente en las procesiones por las calles de nuestras ciudades y pueblos (que está muy bien hacerlo), sino en la manifestación de nuestra manera de vivir, que debe ser signo de fraternidad, de unidad, de caridad.Para meditar durante la semana:¿Es la Eucaristía le fuente que alimenta y la fuerza que anima nuestra vida cristiana¿Ocupa la Eucaristía el lugar central en nuestra vida semanal?