Por Carlos José Holguín

Es innegable la importancia de lo acordado el pasado 23 de junio en la Habana entre el Gobierno Colombiano y la Guerrilla de las FARC, a pesar de la voz disonante de “La paz está herida”, cuando lo que estaba el mundo viendo era algo muy diferente. La realidad es que en la historia del conflicto colombiano,  lo allí firmado ese día no tiene precedente alguno en los muchos procesos llevados a cabo.

 

La aceptación clara de la guerrilla de desmovilizarse y entregar las armas, en un proceso que se irá desarrollando paulatinamente durante 180 días.

Ello es  innegable por tres razones fundamentalmente. La primera, la aceptación clara de la guerrilla de desmovilizarse y entregar las armas, en un proceso que se irá desarrollando paulatinamente durante 180 días. La segunda, las zonas de concentración  en 22 veredas de Colombia, en espacios geográficos muy puntuales y reducidos, con verificación internacional de ONU (algo de la mayor importancia) y sin desplazamiento o retiro de la fuerza pública que hace presencia en dichas veredas. La tercera, y en mi concepto la más importante y novedosa de todas, la aceptación de las FARC que tal y como se comprometió el Gobierno desde un primer momento será el pueblo colombiano el que vía plebiscito (si así lo acepta la Corte), el que diga la última palabra sobre  el acuerdo con las FARC. Todo lo anterior  empieza a despejar algunas  dudas sobre el proceso y pone fin a las conjeturas y rumores generalmente mal intencionados.

No hay duda de que nos viene un sapo grande y gordo, ya el Gobierno y los negociadores lo viene diciendo de tiempo atrás

Pero por supuesto que aún quedan poderosas dudas. La primera si será verdad que estos maestros del cinismo y el engaño van a cumplir; la segunda de qué tamaño va ser la impunidad en que quedaran los crímenes; la tercera si van a entregar recursos para resarcir a las víctimas, de lo cual nada se volvió a decir, y por último, cuantas y de qué manera serán las curules que se les van a otorgar. Es decir palabra menos palabras más, de que tamaño es el sapo, que nos vamos a tener que tragar en nombre de la tan ansiada paz.

Porque no hay duda de que nos viene un sapo grande y gordo, ya el Gobierno y los negociadores lo viene diciendo de tiempo atrás, que no hay proceso de paz, sin tragar sapos, que como pensar que una poderosa y desafiante guerrilla, por lo menos hasta antes del gobierno de Uribe, se fuera a desmovilizar, para irse a la cárcel simple y llanamente.

¿Cuál será el tamaño exacto del famoso anfibio que pareciera ser no escapara del menú de los colombianos en los próximos años?

Por ello es que he venido sosteniendo que aún no podemos sacar conclusiones finales sobre la conveniencia o no del proceso. Solo las dimensiones exactas del susodicho animal, nos permitirá saber el grado de tolerancia del que cada uno de nosotros seamos capaces de soportar. Si van a pagar cárcel o habrá indulto para todos y de manera indiscriminada, cosa que no creo pues a la luz del Derecho Internacional y de la Corte Penal esto sería imposible. Si van aceptar con los cuantiosos recursos que según la Fiscalía cuentan, producto del secuestro, la droga y la extorsión, reparan al menos en alguna medida a sus víctimas, o se la van a guardar toda para su disfrute personal. Y finalmente, como se dará la participación política, se dice de entre 9 y 14 curules directas por tres periodos en el Senado (12 años), más otras de circunscripción territorial especial en las zonas de influencia de las FARC, que les permitiría contar de entrada y sin mayores esfuerzos con una amplísima representación en el Congreso de Colombia, afrentosa para quienes durante años hemos tratado de lograr una curul, compitiendo de manera limpia y sin violencia.

Estas son las grandes dudas y preocupaciones que aun gravitan poderosa y desfavorablemente sobre el Proceso de Paz y que deberán ser muy pronto aclaradas para que tengamos una idea más exacta, de cuál será el tamaño exacto del famoso anfibio que pareciera ser no escapara del menú de los colombianos en los próximos años.