Por Alex Sterling
Partamos de una premisa simple: Una industria robusta debe tener un músculo energético que la respalde. Los asnos y los bueyes, que siglos atrás se usaron como motor de las labores agrícolas, no están capacitados para arrastrar en sus lomos el peso del progreso, uno dictado en los términos modernos de la producción masiva de insumos, artefactos y servicios. Robots que reemplazan maniobreros. Líneas de producción automatizada y alfabetizada. Semáforos monocromáticos. Televisores delgadísimos de resoluciones inconcebibles y panelas de 14 pulgadas sin mando a distancia. Los precursores de un futuro electrónico que ya, en el presente, designa un modo de vida, confinado en un círculo vicioso, del que ahora parece no podemos librarnos. Las necesidades que, como hombres, hemos creado en este siglo que despunta, requieren de un enchufe para materializarse, o para descomponerse, en el caso de las licuadoras y las trituradoras de hielo. La adicción es insoslayable. Hay evidencias suficientes. Para muestra está que, para usted estar leyendo esto, alguien debe haberse encargado de hacer llegar unos watts a computadora, sea cual sea ésta.
La variedad de métodos que el humano ha implementado en sus naciones y corporaciones transnacionales incluye la generación por radiación solar, la nuclear, la termoeléctrica, la eólica y otras tantas que van apareciendo al pasar de los años. En Colombia hemos entregado casi todos nuestros afectos y presupuestos a la generación a través de embalses. Está dado para nosotros: Nuestra aberrada geografía, que hace del relieve un obstáculo para la construcción de vías, se presenta idónea para la generación hidroeléctrica. Se suma a esta causa nuestro exuberante potencial hídrico, proveniente de las cimas de cualquiera de nuestras tres cordilleras. La abundancia del líquido y la precipitación que, a través de los ríos y quebradas, emprende hacia los valles, son fundamentos ideales para esta práctica. La gravedad actúa sobre el agua, la obliga a bajar con una fuerza descomunal, la energía cinética hace de las suyas. No es para sorprenderse, entonces, que sea éste el método de generación del que proviene el 64% de la electricidad del país.
En el Valle del Cauca contamos con una capacidad instalada de generación por este rubro que está por debajo de las necesidades de consumo. La industrialización masiva que la región vivió desde mediados de siglo, dictó la construcción de represas como medida de apoyo. Ahora, en el 2011, la industria creciente de la región, y la creciente población, demandan la implementación de nuevas fuentes de energía. Las energías eólica y solar están en pañales en la región. Nuestras políticas y maneras nos conducen a pensar, casi automáticamente, en la construcción de más embalses. Sin embargo ahora, a diferencia de lo que sucedía a comienzos del siglo XX, se ha creado una conciencia y un aparato crítico, casi siempre por fuera del gobierno, que determinan como inconveniente la construcción de más represas. Es justo y necesario. Hay que escuchar lo que ellos tienen que decir, ya que sus intereses son otros y esa sensibilidad debe ser capitalizada por las entidades a cargo del proyecto.
No hay objeciones respecto a su viabilidad económica y ambiental. Si en el Valle de Cauca hubiera unas dos o tres hidroeléctricas de gran tamaño, estaríamos en capacidad de mejorar nuestro aprovisionamiento local, sin tener que recurrir a la compra de energía a ISA. Incluso, se tendría capacidad para exportar la energía sobrante, un ingreso que no sería nada despreciable para las arcas regionales. El sobrecosto ecológico y la reubicación de las familias habitantes de los predios afectados constituyen el principal obstáculo a la viabilidad de un proyecto de esta categoría. Ya el año pasado se escucharon voces que promovían la construcción de, por lo menos, una represa a gran escala cerca a Cali. Se quedarán con las ganas, de momento: El plan nacional de desarrollo 2010 – 2014, no contempla recursos y esfuerzos estatales para tal empresa . Este muro parece infranqueable. Desde que César Gaviria privatizó el sector energético la situación tomó esta consistencia: Represas construidas con recursos públicos que, tras una pifiada administración estatal, fueron entregadas a bajo costo a la empresa privada. Sin una intención clara para construirlas, según este plan de desarrollo, en el corto plazo la posibilidad de albergar una nueva fuente de energía limpia es casi igual a cero. El sector privado no puede asumir la totalidad del costo de un proyecto de este calibre y si en el plan de desarrollo no hay menciones al respecto cualquier proyecto tendría que esperar al 2016.
Las inundaciones producidas en los meses anteriores por el fenómeno de la niña, hubieran sido más fáciles de controlar. Un embalse puede ser utilizado como una esponja gigante, que guarda agua en invierno y la suelta en verano. Una cuenta bancaria hídrica en la que el estado sería cliente preferencial. Construir una represa no representa necesariamente la destrucción criminal de un ecosistema. Podría ser, simplemente, la sustitución de un bioma por otro. Los procesos de adaptación de las especies introducidas al medio ambiente nuevo deben ser estudiados por los especialistas en el campo. De construirse una represa no sería la primera vez que la geografía del Valle se viera expuesta a un cambio de dimensiones tan dramáticas. Habría que controlar las especies de peces, dadas las nuevas características de su hábitat. La aves migratorias encontrarían bastante tentador un centro recreacional de este tipo, en pleno trópico.
Es improbable que una investigación bien ejecutada de la cuestión no termine con una mitigación aceptable de los daños colaterales. Antes de dar inicio a las labores de construcción del hipotético embalse habría que tomar, por lo menos, las siguientes medidas:
*Reubicación de la fauna sensible de ser trasladada, previa adecuación de lugar de recepción.
*Retiro de la totalidad del material vegetal de la zona a inundar. El objeto de esto es evitar la descomposición del material orgánico inundado. En caso contrario se producirían carbono, óxido nitroso y metano, gases tan dañinos como suenan, sospechosos usuales del efecto de invernadero. Los árboles maderables pueden ser talados en gran escala, el residuo vegetal restante podría ser utilizado como biomasa.
*Reubicación de las familias, teniendo en cuenta sus necesidades culturales y socioeconómicas. No dar un paso adelante hasta que las personas no estén ya cocinando y reproduciéndose en su nueva casa.
La viabilidad de una nueva hidroeléctrica para el Valle está aún pendiente de un estudio oficial y definitivo, que evalúe algunos de los asuntos mencionados aquí. Por ahora, las ventajas aparentes de albergar estos grandes cuerpos de agua inclinan la balanza hacia una recepción positiva del proyecto. Pero nuestros líderes regionales deben liderar un plan regional de desarrollo visionario, en donde tengamos la proyección de nuevas fuentes de energía con teleobjetivos de largo plazo, atendiendo el crecimiento económico y la generación de empleo que se requiere. ¿Será mucho pedir?
Anexo:
Hidroeléctricas instaladas en el Valle del Cauca o que prestan sus servicios a él:
Salvajina
Ubicación: Suarez (Cauca) a 65 Km de Cali
Capacidad instalada: 285 MW
Energía media anual: 1050GWh
Inicio de operaciones: 1985
Río Cali 1
Ubicación: Cordillera occidental a 2 Km del oeste de Cali.
Capacidad instalada: 1MW
Energía media anual: 5.4 GWh
Inicio de operaciones: 1910
Río Cali 2
Ubicación: 8 Km al oeste de Cali, sobre la vía al mar.
Capacidad instalada: 0.8 MW
Energía media anual: 5 GWh
Inicio de operaciones: 1925
Nima 1
Ubicación: Corregimiento de Barracas, municipio de Palmira.
Capacidad instalada: 4.7 MW
Energía media anual: 23 GWh
Inicio de operaciones: 1942
Nima 2
Ubicación: 2 Km al noroeste de Nima 1
Capacidad instalada: 4.7 MW
Energía media anual: 23 GWh
Inicio de operaciones: 1942
Riofrío 1
Ubicación: 2 Km del municipio de Riofrío
Capacidad instalada: 1 MW
Energía media anual: 5.4 GWh
Inicio de operaciones: 1910
Riofrío 2
Ubicación: 3 Km del municipio de Riofrío
Capacidad instalada: 10 MW
Energía media anual: 65.1 GWh
Inicio de operaciones: 1996
Alto Anchicayá
Ubicación: Límites de Dagua y Buenaventura
Capacidad instalada: 365 MW
Energía media anual: 1291 GWh
Inicio de operaciones: 1974
Bajo Anchicayá
Ubicación: Buenaventura
Capacidad instalada: 74 MW
Energía media anual: 330 GWh
Inicio de operaciones: 1955
Calima
Ubicación: Municipio de Calima Darién
Capacidad instalada: 132 MW
Energía media anual: 180 GWh
Inicio de operaciones: 1967
Rumor
Ubicación: 5 Km del municipio de Tuluá
Capacidad instalada: 2.5 MW
Energía media anual: 12.6 GWh
Inicio de operaciones: 1999