Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.


Del latín "socculus", es el cuerpo inferior de un edificio y sirve para elevar sus cimientos a un mismo nivel, pero lo que no dice el diccionario es que sobre todo lo realza en el entorno en el que se encuentra, como tantos en el mundo; del Partenón, 447- 432 a.EC.,  a la Opera de Sydney, 1957, que los tienen imponentes. En Colombia se le dice zócalo al friso, es decir la faja de la parte inferior de las paredes, la más cercana al suelo, para protegerlas de golpes y salpicaduras o con sentido estético, que en las casas tradicionales sencillamente se suele pintar de otro color, pero que surte el efecto arquitectónico contrario del verdadero zócalo: las rebaja al hacerlas ver mas bajas, precisamente.

Se puede comprobar en Cali comparando los muros de La Merced, en la Calle Cuarta, encalados hasta el suelo, con los de las casas de tradición colonial al frente, a las que el friso que se les ha ido pintando las hace ver mas bajas de lo que son, lo que acentúa su paramento corrido de un solo piso. Al tiempo que, contradictoriamente, su color morado recuerda la famosa púrpura imperial de Tiro, parecida a la "sangre coagulada negruzca", muy usada por los antiguos fenicios hacia el 1600 a.EC. Este “color fenicio” era muy costoso y apreciado en Roma, pasando su uso y prestigio a la arquitectura románica y a continuación a la  hispanomusulmana, y llegó al Nuevo Mundo dejando en Cali su tan bella y roja Torre Mudéjar

El Zócalo es como se conoce popularmente la plaza principal de Ciudad de México porque en 1843 Antonio López de Santa Anna convocó a un concurso para un monumento conmemorativo de la Independencia del Virreinato, del que sólo se colocó su zócalo. La Plaza de la Constitución, que es como realmente se denomina, es la segunda más grande del mundo y la primera en Hispanoamérica, denominada así en honor a la Constitución de Cádiz promulgada en 1812, y un siglo después fue el nuevo nombre que se le dio a la Plaza Mayor de Cali, pronto sustituido por el de Plaza de Caicedo, pese a que ya era un parque siguiendo el modelo de los franceses después de la Revolución de 1789.

Realzar, en arquitectura, significa levantar mediante un zócalo un edificio algo más de lo necesario constructiva o funcionalmente, para engrandecerlo y que su llegada emocione. Es lo que la distingue de la simple construcción, que sólo puede lograrlo a través de conformar un conjunto compuesto por edificaciones parecidas, como en un pueblo o barrio tradicionales. Y el caso es que el Centro de Cali ya no es un barrio tradicional, como San Antonio, pero en el que se encuentra un sólo rincón que si lo es: justamente el de la calle que se llamaba de Buenaventura, a la altura de La Merced, en donde Jacques Aprile insistía que se había fundado Santiago de Cali.

Además de la Iglesia, el Convento y la sede de la Arquidiócesis, están el hoy Centro Cultural de Cali y las pocas casas de tradición colonial que quedaron (no hay anteriores al siglo XIX) como la construida en 1850 para doña María de las Nieves Escobar, que su actual propietario, Don Hernán Martínez Satizábal, generosamente donó a la Sociedad de Mejoras Publicas de Cali. Esta debería liderar, comenzando por las pocas manzanas a su alrededor que quedan del Centro Histórico que propuso hace medio siglo el arquitecto José Luis Giraldo, la ejecución de las propuestas puntuales del Plan para el Centro Ampliado, de hace unos años, dentro del reciente Plan Especial de Manejo, PEM, para el Centro, de  Univalle.