Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.


Desde su temprano proyecto para varias casas en hilera en Pereira, en 1959, Salmona se plantea hacer ciudad con sus edificios; la poética del espacio, como gustaba decir. Pero es en los grandes proyectos para Bogotá, como el no construido de Cavipetrol, y en los conjuntos mucho mas grandes, como los de Timiza, donde retoma la traza de la Fundación Cristiana, o el conjunto de viviendas prefabricadas Rafael Núñez y el de Usatama, tampoco construidos, en los que se podría ver en claro su idea de ciudad. A diferencia del urbanismo moderno, allí no hay vías sino calles, y si estas no están físicamente paramentadas lo están virtualmente, formando manzanas con interiores cerrados espacialmente pero abiertos funcionalmente. En lugar de la reiteración insulsa de los volúmenes de la vulgarización del urbanismo moderno, los suyos están jerarquizados como lo han estado siempre en las mejores ciudades tradicionales.

Pero también hay que ver su idea de ciudad en su diseño para el Parque de la Independencia con las muy “barrocas”  escaleras que lo juntan y a la vez lo separan de las Torres del Parque, y en el Eje ambiental de la Avenida Jiménez, en donde recupera el agua del río que bajaba por allí. Y está el hecho significativo de haber llamado “plaza” al patio circular de su propuesta para la Alcaldía de Bogotá, el que, independientemente de su forma, recuerda las plazuelas que siempre hay enfrente, a veces en la manzana de enfrente y no en la propia, en nuestras iglesias coloniales. Espacios públicos que no rodean los edificios sino que estos contienen y abrazan. O la manzana de patios que constituye la FES, hoy Centro Cultural de Cali, recuperando así el casi desaparecido centro histórico de la ciudad. Y los mismos patios del Museo Quimbaya, en las afueras de Armenia, que resuenan desde lo alto esa ciudad de tradición colonial de manzanas ortogonales de grandes patios, solo que ahora organizados sobre las diagonales. Y la Casa de los Huéspedes  Ilustres de Colombia es como un pequeño pueblo en la bahía de Cartagena.

También hay que considerar como netamente urbanos los conjuntos residenciales a las afueras de la ciudad, como el de Suba o el de Balcones del Nogal, en Bogotá, o Altos del Rió, en Cali, y otro en El Rodadero, cerca a Santa Marta, lamentablemente ninguno construido. Todos son en diferente medida artefactos urbanos y no solo edificios de vivienda surtos en medio de una zona verde. Los proyectos de Salmona suelen conformar verdaderos conjuntos, como los alrededores de las Torres del Parque en donde también están el edificio de la SCA, el Museo de Arte Moderno de Bogotá, MamBo, y el edificio de apartamentos El Museo, como también la escalinata de la Calle 26 y el rediseño del Parque de la Independencia y del acceso a la Plaza de Toros de Santamaría que viene a ser como el origen de todo; y también habría que considerar los proyectos no construidos entre la SCA y el Museo Nacional. Lo mismo pasa con el Archivo General de la Nación, que ocupa sendas manzanas de la Nueva Santa Fe, uno de sus mejores ejemplos de la relación milenaria entre espacios abiertos y espacios cerrados.