Vida Nueva

Por P. Héctor De los Rios L.

23 domingo del tiempo ordinario

Sabiduría. 9, 13-18: «¿Qué hombre puede conocer la voluntad de Dios?»
Salmo 90(89): «Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación »
Filemón 9b-10.12-17: «Que esta buena acción tuya no sea forzada, sino voluntaria»

San Lucas. 14, 25-33: «El que no lleve su cruz y venga detás de mí, no puede ser discípulo mío»

Entre nosotros la relación se da entre iguales. Pero con Dios esa relación es entre la grandeza divina que llega hasta nosotros y nuestra pequeñez.

La primera lectura nos habla de esa distancia infinita entre Dios y nosotros.

"¿Qué hombre es capaz de conocer el designio de Dios?". Ese designio, que comprende la Encarnación del Hijo de Dios en nuestra limitación mortal, es abrumador, cuando lo meditamos con humildad. "Nuestros pensamientos son falibles"…El Libro de la Sabiduría reflexiona en la vida como misterio. No entendemos completamente la naturaleza, los acontecimientos, la naturaleza humana, aun nuestros corazones, con mayor razón a Dios. Pero sería tonto rechazar la revelación de Dios como la única fuente de sabiduría y clave del misterio de la vida.

Esa sabiduría es la que ilumina a Pablo para entender el designio de Dios en la vida concreta de una persona. En la admirable carta a Filemón que escuchamos, san Pablo sabe leer lo que Dios quiere de un esclavo con nombre propio, Onésimo, en un acontecimiento muy humano: la huida de la casa del amo para alcanzar el sueño de la libertad. ¿Qué quería Onésimo? ¿Cuál era su proyecto de hombre? Pero también, ¿qué quería Dios? Onésimo llega a la fe en Cristo y su situación cambia radicalmente pues Pablo pide a Filemón que reciba nuevamente a su ex-esclavo (también convertido al cristianismo) como a un hermano y no como a un siervo. Sólo la fe y el amor de Cristo pueden obtener un tal cambio social y moral: transformar la relación amo-esclavo en una relación fraterna. Esa fe que no aleja sino que iguala y hermana al amo con el esclavo.

En el Evangelio Jesús advierte a la gente que eviten seguirlo por entusiasmo, moda o motivos fútiles. De otra manera seremos como el imprudente constructor de la torre, o como el rey imprudente que fue a la guerra sin preparación. Por el contrario, seguir a Jesús requiere constancia, fuertes convicciones y espíritu de sacrificio.

Porque «ninguno puede ser mi discípulo si no renuncia a todo lo que tiene», ¿Qué significan estas palabras? Un seguidor de Jesús debe estar preparado, dada la ocasión, para dejar cualquier persona, cosa, posición, trabajo, proyecto, etc., si ello aparece incompatible con el seguimiento de Cristo.

¿Cómo aunar el proyecto de Dios y nuestro proyecto? El Señor nos pide no apegarnos a nuestros bienes . Entre esos bienes está nuestro orgullo, nuestra suficiencia, que nos hace creer capaces de todo por nosotros mismos. Es necesario incrustar nuestra vida en la del Señor. Allí encontramos luz y fortaleza.

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Qué dirige mis motivaciones religiosas: convicciones de fe, o simples sentimientos?

2. ¿Piensa en alguna ocasión en que Cristo te pidió renunciar?