Por Enrique Omar Trujillo
Después de haber indicado en el primer artículo el principio de la educación, según el cual, la guerra o la paz empiezan en lo que deliberan internamente las personas, hay que seguir insistiendo en el “pensar por sí mismo” para no dejarse engañar ni manipular por lo que piensen otros, antes o después del posconflicto en Colombia. Hay que recordar también que la paz interna la consigue cada persona cuando razona con el interés de ser mejor, y en este caso, para una reeducación, los conceptos de violencia y barbarie sirven para aprender a comparar y encontrar el contraste con la paz.
Se puede empezar entendiendo por violencia el término genérico con el cual se comprenden las diversas manifestaciones del violentar o violentarse. Estas van desde las formas más sutiles de ejercerlas a las más intensas de la fuerza: la barbarie. A un niño se puede coaccionar de pensar o impedirle a que haga algo con una mirada o una palabra, hasta las formas más extremas de la fuerza física y la humillación reconocidas por ser las más brutales. Es decir, la ejerce solamente un “bruto” (en el sentido de desconsiderado, peyorativamente “animal o bestia”). Y el más bárbaro de la historia humana por la modernidad de sus medios de fuerza y astucia para engañar fue Hitler, en Colombia como individuo brutal: Pablo Escobar. En suma, se engendra violencia cuando unos padres le niegan el afecto a un niño como castigo, y existen las causas más complejas que se dan por razones políticas y extremas como las ejercidas por trastornos del cerebro y del juicio, el interior anímico y mental de las personas como el orgullo y las externas resultantes de la cultura con la cual interactúa cada individuo y/o grupo son claves en el estudio de los conceptos. Un niño de preescolar puede aprender a no ser violento incubando en su corazón el respeto, ensayándoselo con el juego, no con el castigo para no formar al súbdito mental. En el posgrado haciendo la tesis sin plagio. Hay multitud de casos a nombrar. Con el respeto y el reconocimiento del otro se inician principios de paz, donde menos se cree.
Por ejemplo, si alguien piensa diferente a quien está aprendiendo a pensar debe saber que no lo tiene que ver con desconfianza, como su enemigo, y si le surgen ideas de odio con alguien que dice algo distinto, debe revisar su interior para auto-examinar por qué siente odio por determinadas ideas y elude o elimina a esa persona. Hay que aprender entonces a tener autoconciencia del sentido de violencia y barbarie que se tiene. ¿Qué tan resentido se vive? ¿Cómo cura sus rabias? ¿Qué válvulas de escape disfruta en la cultura? ¿Le gusta el fútbol para disfrutarlo como catarsis estética o pertenece a una barra que se desahoga con múltiples formas de manifestar la violencia sangrienta como en el circo en el romano? Toda persona está expuesta a vivir diversas formas de la cultura en una misma sociedad, a disfrutarla o padecerla, ir de la cultura que tienen muchas personas frustradas a la cultura de la superación donde llegan pocos, o si no, a la cultura de la muerte. Pensar estas formas es reflexionar en su complejidad, en el origen y todo aquello que rodea la guerra o la paz.
En la psicosis por ejemplo, juegan conductas como la desconfianza, la inadaptación social y el orgullo, convertidas en delirios en el sentido de distorsionar la realidad sin que muchas veces se manifiesten como peligrosas, pero sí angustiantes para quien las padece. Aquí no estamos hablando del psicópata como trastorno antisocial de la personalidad para comportarse como criminal en serie o que enfurecido es capaz de convertirse en brutal del que tiene al frente, pero sí agresivo. Y aunque existe la idea de que en la guerra no hay ética, en Colombia es frecuente salirse de las normas como el político borracho que irrespeta e increpa al policía y le dice “mar…usted no sabe con quién se metió… ¿Usted no sabe quién soy yo? (político ejemplar de quienes están más allá de la ley) y en sano juicio, al otro día sigue siendo cínico, no se retracta, el cinismo vuelto “virtud”. La descomposición política pone en riego a la sociedad con la intriga y el agitador político de la “seguridad” se presenta como el bueno y redentor del mal. Se justifican en la corrupción, denuncian chivos expiatorios y manipulan a las masas, hacen creer al pueblo que la causa de la miseria y de los males del país está en la corrupción del Estado, la denuncian, levantan al pueblo, tumban al gobierno y se quedan los mismos con las mismas, el pueblo no tiene por quien reemplazarlos, los que promueven el golpe son los mismos corruptos como ocurrió en Guatemala o buscan volver al poder como está ocurriendo en Venezuela y el mal no se acaba. En Brasil, resultó el “cazador cazado”, aquel que buscando al corrupto llevó a la cárcel a varios políticos, se ganó el aprecio del pueblo, y ahora es él mismo quien está en la prisión por corrupto. La hipocresía como el peor mal, pensar es aprender a reconocerla.
Hay quienes no se pueden reeducar con la vergüenza y el escarnio de la opinión pública como la del borracho y cínico en sano juicio, porque actúan en momentos o viven como delirantes; y otros, con los pies en la tierra pueden seguramente ser capaces de confesar la verdad, arrepentirse y no volver a su conducta guerrera, eso se espera en el posconflicto. Otro mundo es la moral del guerrillero. Convencido de no poder llegar al poder con las armas cambia su estrategia hacia la lucha política integrándose a la sociedad, dando el primer paso con el acuerdo de paz. La nueva moral del guerrillero dependerá de las garantías que se le ofrecieron en el acuerdo, pensar significa comprender lo que es capaz de cumplir el gobierno y las posibilidades de atemperarse del guerrillero a la sociedad, siendo esto lo esencial en el posconflicto.
Este es un país, como los demás del mundo donde hay seres humanos: hay incertidumbre. En Colombia la zozobra es mayor que otros, los cuales gozan de algo de la paz. Son prácticamente nulos la intensidad de los conflictos internos, los crímenes violentos, la percepción de la gente de la criminalidad, el terrorismo político, el impacto que este causa. Colombia apenas lleva unos días del cese del fuego y las hostilidades por parte de las FARCS, porque las hostilidades del ELN continúan y las demás formas de violencia común. Y en el mundo, según el Índice Global de Paz de 2015 en la última década (2005-2015) el número de víctimas por conflictos se duplicó, llegando a casi 60 millones, cifra que sorprende, porque el mismo número se calculó en muertes para la segunda guerra mundial. Y el planeta sigue convulsionado con la inseguridad por los atentados en Europa y los conflictos en África y parte Euroasiática ¿quién puede estar sin zozobra? Colombia puede ser un privilegiado y no por razones como la lección de paz con el grupo guerrillero más antiguo del planeta, sino, porque empezó a aprender en un instante histórico la resolución que puede tener un gobierno para colocar como valor principal la paz.
Sin que se haya hecho una investigación seria y profunda sobre la hipocresía en Colombia se ha dicho con una encuesta de la Dirección Nacional de Planeación que este es un país de personas que contestó ser feliz, entre otras autopercepciones de sentirse satisfechas, siendo los estratos 1 y 2 más satisfechos que los del estrato 5 y 6, ¡qué paradoja! y todas estas franjas con bajo nivel de preocupación por el país. Es decir, Cien Años de Soledad se quedó obsoleto. El coronel Aureliano Buendía, “cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza y aún más allá del milagro y la magia, pensó que era posible…..desenterrar el oro de la tierra.” Con el inútil imán que le vendió Melquiades quiso hacer todo esto, no obstante haberle advertido que para eso no le servía, terco lo compró, más luego en lo más crítico de la guerra, embriagado por la gloria del regreso, se asomó al abismo de la gloria, sabía ocultar el rencor con el silencio, pero su sosiego, lo encontraba cuando sus soldados acometían los actos de barbarie. ¿Cómo sería reeducar a tantas personas que han sufrido el dolor de la guerra? Cuestión que tiene que ser materia del próximo capítulo. Empezando por que cada uno debe saber: ¿Quién soy?