Por Paloma Valencia Laserna
Senadora de La República
El plebiscito es un gran engaño. No pretende consultar la voluntad de los colombianos, sino fingirla. Empezamos con la figura del plebiscito que ya era mañosa, el país requería una consulta sobre los 10 o 12 temas de fondo de los acuerdos. Obvio era más fácil para el Gobierno y las Farc envolver todo el asunto bajo la promesa única de la paz. Una treta evidente, pues los propios negociadores reconocen que del acuerdo no sale la paz, que aquella habrá que construirla en los futuras generaciones.
No contentos con eso, el umbral se bajo del 50% al 13% para evitar que la abstención pudiera tener espacio. Se le dio publicidad gratuita al SÍ, mientras las mismas garantías se negaron para el NO. Se polarizo habilidosamente la campaña entre enemigos de la paz y la paz. Se eliminó en el voto en blanco. Sólo nos dejaron el NO para participar.
Sin embargo, la Corte Constitucional en su sentencia sobre el plebiscito fue clara en que debía haber garantías: la consulta no era sobre el derecho fundamental a la paz, debería haber una adecuada difusión de los acuerdos finales, y limitó la discrecionalidad de la pregunta; como en cualquier consulta popular, debe ser leal a los electores.
Sin embargo, los presupuestos de la Corte fueron desconocidos. Basta ver los comerciales de televisión sobre el acuerdo final. Hablan de la paz, jamás mencionan las concesiones a las Farc. Mienten sin ningún vergüenza y en horario triple A. La pregunta es tendenciosa y engañosa y curiosamente tampoco menciona a las Farc. Y la firma del acuerdo final será el 26 de septiembre, que será refrendado el 2 de octubre, violando la propia ley estatutaria expedida por las mayorías del Gobierno que preveía la votación un mes después de la firma final. Nada de eso importa. La falsa paz se ha convertido en el fin que lo justifica todo.
Da dolor que las Farc circulen panfletos amenazando a quienes defiendan el no, que ya haya amenazas y muertos. Da vergüenza que el Gobierno amenace al empresariado advirtiéndoles toda suerte de investigaciones; Dian, Invima, la reforma tributaria son asuntos que salen en todas las conversaciones con tono incriminatorio. Duele que el Presidente ante las declaraciones del Procurador sobre la participación en política diga que no le pongan atención y emita una directiva abiertamente inconstitucional, permitiendo todo lo que está prohibido y que el país detesta: políticos usando el poder para ganar elecciones. Un presidente que, sin pudor, extorsiona autoridades locales y sobre las trampas de la pregunta, contesta que hace que lo que le de la gana (la versión de Anapoima de Luis XIV). Indudablemente, la mayor ignominia es el silencio cómplice de todos. Me acuerdo de los líderes que se quejaban de que ningún fin, justifica malos medios. Hoy los veo a todos subidos en la borrachera de la paz, y silenciosos sobre los atropellos, y las heridas a nuestra democracia.
¿Dónde están los defensores de la democracia? ¿Qué se hicieron los que critican los abusos del poder? ¿Solamente son capaces de observarlos cuando afecta sus propias causas? Los desafueros del gobierno por su falsa paz hoy es la mayor amenaza que tiene nuestra democracia.