Por Carlos Jose Holguin
Sin poder nosotros aquí en Colombia hablar muy duro y menos con autoridad moral sobre la superficialidad, mediocridad y frivolidad de los debates electorales, el de los Estados Unidos está batiendo record y haciendo el ridículo más grande de su historia electoral.
No solamente por el bajo y vulgar estilo de Trump sino por la absurda e inexplicable actitud de Hillary de caer en el terreno de Trump. Este excéntrico multimillonario ha querido deslegitimar la candidata Democrata trayendo escándalos sexuales del pasado de Bill Clinton, como si eso fuera culpa de Hillary, cuando ella lo que ha sido es una víctima que con altura y posiblemente exceso de tolerancia capoteo la situación y supo sobreponer intereses superiores. Pero en vez de mantener esa línea, se rebajó a atacar con las mismas vulgares armas, al punto de que ahora resulta que el abusador de mujeres de hace 30 y 40 años es Trump, y el debate hoy esta reducido a quien fue más manilargo y bragetibravo si Trump o Clinton (esposo), mientras Clinton (esposa) alienta tan vergonzosa competencia.
Muchos acá en la sufrida Colombia, podríamos pensar que en la primera potencia mundial, donde todo pareciera estar resulto, es explicable que los debates presidenciales se reduzcan a esto. Pero no, Estados Unidos tiene serios problemas internos, creciente pobreza especialmente entre los hispanos, falta de vivienda después de que 10 millones de propietarios perdieran su vivienda en la crisis inmobiliaria o perdieran más del 30% del valor de las mismas, los altos costos de la educación superior, ningún muchacho puede graduarse de una prestigiosa universidad sin quedar hipotecado por los próximos 20 años (recordemos a Sanders que tenía la solución), una violencia interna que raya con la demencia colectiva, un terrible problema cultural que divide al país en torno de la tenencia de armas, 12.000 diferentes cuerpos de policía diseminados por todo el país muchos sin Dios ni ley cometiendo abusos, un fuerte resentimiento racial precisamente en la era del Presidente Obama, y externamente amenazas de terrorismo que no han logrado manejar de manera éxitos, con un creciente resentimiento islámico que logra reclutar yihadistas en Europa y hasta dentro de los mismos Estados Unidos y un Estado Islámico en crecimiento y expansión, para no hablar del desastre humanitario que todo esto con lleva.
Como explicar que en medio de tanto tema grueso el debate presidencial se reduzca a la mera morbosidad. Posiblemente por lo mismo que pasa lo que pasa en Colombia. Unos partidos políticos que con base en sus maquinarias y ante la ausencia del voto obligatorio, acaparan las elecciones en torno exclusivamente de sus candidatos, allá no es que no hayan más candidatos, son 6, pero solo tiene capacidad de movilización, recursos y por ende reconocimiento los dos de los partidos tradicionales, que agazapados cómodamente en el abstencionismo logran que la minoría decida por la mayoría estúpidamente indiferente. Ha esto agreguémosle la perniciosa y antidemocrática costumbre de que a los debates solo invitan a los dos más altos en las encuestas, con lo cual dejan por fuera a quienes sí podrían motivar ese voto indiferente e inconforme con lo que hay.
Seguramente si a estos debates hubieran invitado al triatlonista exgobernador de Nuevo Mexico Gary Johnson del Partido Libertario, a la prestigiosa medica de Harvard del Partido Verde o al exagente de la CIA el independiente Evan McMullin, el debate hubiera sido menos vulgar y más productivo.