Los enemigos públicos de turnoPor Luis Hernan Ocampo G.Con ocasión de los 20 años de la Revista Universitaria El Clavo, un proyecto 100% caleño fundado y consolidado por César López, fui invitado por él a escribir un artículo sobre la política en los últimos 20 años para la edición de aniversario. Hablando sobre el ensayo, nos dimos cuenta que, en dos décadas, es poco lo que han cambiado los enemigos públicos en el país desde la generación de indignados del elefante de Samper: narcotráfico, guerrillas, paramilitares, contrabandistas etc., así como la búsqueda de una paz estable y duradera, y el pedido de justicia para los victimarios. Ahora que se refrendó el acuerdo de paz con las Farc en el Congreso esta semana, la pregunta es si en 20 años seguiremos hablando de lo mismo.En mi conversación con López, reflexionábamos sobre cómo películas como el Padrino (1972) cuya historia se desarrolla en los años 40´s, profetizaron cómo los negocios de las mafias de ese entonces (juegos de azar y bebidas alcohólicas) parecerían juegos de niños frente a lo que se venía con las guerras a las y entre mafias del narcotráfico que empezaban a surgir en los Estados Unidos.Por esos mismos años 40´s, en Colombia aún no padecíamos del tipo de mafias de Don Vito Corleone, pero si teníamos las de las ideologías políticas con la "chusma" y los “bandoleros” de alias “Desquite” y “Sangre Negra” de ideologías liberal o de izquierda, y por el lado de los conservadores y la ultraderecha los "chulavitas”, la "contrachusma", y los “pajaros” como León María Lozano, aquel personaje Tulueño de la novela “cóndores no entierran todos los días” del hoy tertuliador mañanero Gustavo Álvarez Gardeazabal. Esos eran los equivalentes a los “paracos” y los “guerrillos” de la actualidad.Entre esos periodos de violencia de los 40s a los 50s y los 90s a los 2000s, padecimos la guerra a las mafias a los carteles de Medellín y de Cali que causó tantos miles de muertes, como los otros periodos. De esta forma, encontramos que la historia de Colombia ha sido la historia de las guerras y los procesos de paz.Como predecía un futurólogo hace un poco más de 20 años en la Revista Semana, nuestro país siempre iba a tener que combatir a su malhechor de turno, el cual ha sido motivado por la venganza o por la ambición por el dinero fácil a partir de negocios ilícitos. Esa ha sido nuestra fatalidad, exacerbada por supuesto por una inequidad asfixiante, que deja en manos de aquellos “enemigos públicos”, un ejército de jóvenes en barriadas o pueblos rurales pobres, dispuestos a lo que sea por salir de su miseria.Para la Colombia actual hay que decir sin embargo, que aquellas predicciones sobre el “malo” de turno tienen otros matices. Organizaciones como las Farc eran de las últimas agrupaciones criminales “con jerarquías definidas, férreas disciplinas y códigos normativos asumidos con cabalidad“ (Garzón, Mafia & Co. 2008) que quedaban, y el ELN con sus problemas de mando, está demostrando que está más en la tendencia actual en la que “el crimen organizado se encuentra cada vez más fragmentado, (..) en redes que buscan responder a las demandas del momento, y se articulan alrededor de transacciones constantemente cambiantes” (Garzón, 2008). Tal como la alianza entre ELN y las Bacrim.No es un secreto que las zonas que han venido dejando “libres” las Farc, están siendo copadas por nuevos grupúsculos criminales. El enemigo público ya no es Sangre Negra, ni Escobar, ni Castaño, ni Timochenko, ahora son pequeños grupos que trafican con los negocios ilícitos que les caigan a la mano, desde las drogas, hasta el tráfico de inmigrantes que van para los Estados Unidos y que involucran redes de servidores públicos, y mueven cifras de $5.000 millones como la banda que fue desarticulada recientemente.No pretendo aguar la fiesta respecto a la esperanza de millones de Colombianos que sueñan con que la firma del Acuerdo de Colón con las Farc traerá la paz firme y duradera al país. Por el contrario, porque también sueño con un país en paz es que considero que no debemos callar frente a los nuevos brotes de violencia y desafortunadamente no me refiero solo a la generada por los negocios ilícitos. Hablo también de la que se está incubando en redes sociales por parte de formadores de opinión, aquellos que dividen al país entre “Uribestias” y “Mamertos”, o entre amigos y enemigos de la paz. Que Juan Manuel Santos ponga atención, y no se haga el de la vista gorda mientras nuevos Mini Pablos Escobar o “pajaros” resentidos y vengadores como León María Lozano ponen una vez más el sueño de la paz en entredicho.