Por Carlos Jose Holguin

No cabe duda que el hecho de mayor relevancia mediática en el año que termina es la horrible y dolorosa violación y asesinato de Yuliana Samboní una humilde menor de 7 años. Pero la intensidad mediática no fue tanto por el hecho en si, como por la figura de quien fuese el perpetrador de tan horrendo crimen.

Lo que está pasando en Colombia con el abuso y violación de menores es alarmante, y no de ahora, a finales de la década de los 90 se logró la captura y posterior confesión del mayor violador y asesino en serie de menores en el mundo, Luis Alfredo Garavito, quien violó y  asesinó a más de 200 humildes menores de edad.

Esta semana el Director Nacional de Medicina Legal informó que la cifra de niños y niñas violados o abusados sexualmente entre los 5 y 14 años excede en el doble a las violaciones que se dan entre los 18 y 30 años, y reafirma lo que siempre he creído, el abuso y violación de menores en Colombia es la prueba clara de que somos una sociedad enferma.

El caso de Yuliana hubiera podido ser una simple estadística más,  uno de los tantos 200 y pico de Garavito, o inclusive de los miles que ni siquiera se denuncia o por vergüenza o por que no se le cree al menor, o lo que es peor,  porque el menor guarda silencio durante años engendrando mientras tanto un nuevo violador que en su edad adulta cobrara venganza, como suele suceder en las patologías de estos criminales.

Pero aquí fue diferente, pues a diferencia del ambiente de pobreza, hacinamiento, ignorancia, que generalmente rodea estos casos de violación de menores, el autor del hecho resulto ser todo lo contrario a eso. La mejor educación, la “mejor” familia y hasta la mejor presencia. Esto despertó mayores sentimientos de indagación nacional, de dolor y repudio. Por eso mismo la fiscalía y el juez que resolverá la caso tiene que ser implacables y agotar debidamente la hipótesis que tanto se ha ventilado, anunciada desde un comienzo por el propio Fiscal General, sobre la posible manipulación de la escena del crimen y de posibles terceros auxiliadores o cómplices, en los cuales pudieran estar los propios hermanos de Uribe Noriega.

Pero tenemos que ser realistas, ni todo el peso de la ley sobre Rafael Uribe Noriega, ni la aprobación de la cadena perpetua, la castración química o física, ni la pena de muerte que se ha llegado incluso a proponer por estos días, nos va a devolver la sanidad mental que definitivamente hemos perdido. Aquí hay que hacer una fuerte reflexión en torno de la familia y la educación de los hijos.

Es en la familia en donde sin lugar a dudas se cosecha  y germina el Trastorno Antisocial de la Personalidad condición propia de los pedófilos, el amor de los padres tanto por exceso como por defecto es  igualmente perjudicial. Según confesara Garavito, el monstruo que lleva dentro, se lo inculco su propio padre quien durante años lo violo y lo maltrato.  Igualmente el exceso de amor mal entendido, la sobreprotección, la irresponsable alcahuetería, creó la  personalidad psicópata de Uribe Noriega. El uno porque lo maltrataban y lo violaba, el otro porque lo consentían mucho. Hasta en la forma de amar a nuestros hijos debemos ser mesurados y prudentes, allí puede estar la clave para recuperar la cordura que hemos perdido.