Por Jorge Galindo Díaz
La verdadera historia se construye a partir de documentos, y si por documentos entendemos tanto los papeles manuscritos como impresos, los planos, las fotografías, los relatos orales y además, los propios edificios, para la historia de la arquitectura y de la ingeniería, todos ellos son fuentes sobre las cuales se puede construir un relato más o menos veraz acerca de las ciudades y sus edificios.
Para el caso del puente Ortiz, objeto hoy en día de investigación científica por parte del INCIVA y de un grupo de profesionales de la Universidad del Valle y de la Universidad Nacional de Colombia, la combinación de la exploración arqueológica llevada a cabo en una de sus secciones y la investigación documental a partir de diversas fuentes, ha permitido precisar una serie de aspectos relacionados con su ciclo de vida, poner en duda otros que se daban como ciertos y generar nuevos interrogantes en busca de respuestas:
2. Es claro que las excavaciones actuales se concentran únicamente sobre los dos aproches de la margen derecha (sur), es decir, sobre los dos muros que servían de "embudo" desde la calle 12 hacia el puente y que ellos tienen continuidad en los tímpanos (muros de ladrillo que paralelamente conforman el cuerpo principal del puente y discurren sobre los bordes de las bóvedas que salvan el río).
3. La excavación arqueológica ha permitido concluir que esos dos muros corresponden por separado a etapas distintas en la construcción del puente. En tanto que el aproche que mira hacia el este (es decir, hacia "aguas abajo") tiene las huellas de diferentes fases constructivas y en especial relacionadas con el proceso de nivelación del tablero del puente, con la cota o las cotas que ha tenido la calle 12, el aproche que miras "aguas arriba" parecería responder a un proceso constructivo "único" desarrollado en algún momento de la historia del puente (y que no necesariamente correspondería con su construcción inicial).
Además, los aparejos y principios de la albañilería en cada uno de esos aproches son definitivamente diferentes y singularmente complejos: el aproche oeste imita el llamado ‘opus caementicium’ de origen romano y extensamente usado en las culturas de la Europa mediterránea.
4. Las orillas del río Cali han sufrido numerosas intervenciones civiles durante el transcurso de décadas y no siempre quedaron bien documentadas: antes y después de la puesta en servicio del puente Ortiz, las márgenes del río y en especial las del lado derecho, fueron objeto de obras, a veces puntuales, a veces a lo largo de varias decenas de metros y es posible que en una de ellas se afectase el aproche oeste.
Además, el propio puente debió ser objeto de reparaciones durante sus primeros años de vida, tal como sucedía en los numerosos puentes que durante los años siguientes se construyeron a lo largo y ancho del Estado del Cauca.
5.En ambos muros, las cimentaciones son relativamente sencillas, elaboradas a partir de una combinación de piedras calizas cortadas a mano y piedras de canto rodado, posiblemente tomadas del propio lecho del río. No se han encontrado evidencias del uso de pilotes de madera, como para entonces dictaban las normas académicas de la “buena construcción”.
Los ladrillos son de buena calidad aunque tienen su origen en un proceso de fabricación artesanal en donde las dimensiones y las calidades de las arcillas no siempre son uniformes (actualmente la Universidad Nacional realiza pruebas de laboratorio en algunas muestras de estos ladrillos a fin de precisar sus características físico mecánicas).
6. En ambos aproches hay evidencias del uso de morteros de cal, tanto para la pega de los ladrillos como para el revoque de sus caras exteriores. Primeros resultados de laboratorio indican que las mezclas en cada caso se preparaban según recetas ligeramente diferentes, bien sea en la dosificación de la relación arena / cal o en el tamaño de sus granos.
7. La construcción del puente Ortiz fue un proceso lento (a partir de 1835), intermitente y seguramente muy complejo desde el punto de vista técnico. Si tenemos en cuenta que el sacerdote Ignacio Ortiz se vinculó a la obra en 1842, tres años antes de su puesta en servicio y a 7 de su inicio, resulta complicado afirmar de manera plena que la construcción del puente fue de su exclusivo dominio.
Por el contrario, el nombre del alarife José Monte-Hermoso aparece vinculado a la obra durante todo su proceso constructivo, por lo que su papel podría incluso haber sido más importante que el de Ortiz.
8. La construcción del llamado “río Nuevo” ha sido explicada como un recurso empleado a fin de desviar las aguas del río Cali y facilitar el proceso de cimentación del puente Ortiz. Sin embargo, su sección no podía dar cabida al enorme caudal con que entonces contaba el río: es posible que también fuese una obra del interés de pequeños propietarios de terrenos agrícolas situados en la banda norte del río Cali.
Además, dada su longitud (más de 1 km), debió ser una construcción larga en el tiempo, tampoco atribuible de manera plena a la mano de Ignacio Ortiz.
9. Muchas otras dudas podrían quedar resueltas con una exploración arqueológica más extensa, que al menos pudiese llegar al intradós del primer arco sobre el río (desde el sur) pero requiere de un presupuesto alto y por supuesto, de una clara voluntad política. En cualquier caso, todo lo anterior no hace más que verificar la tesis de quienes han abogado por la defensa del puente y su inmenso valor en la memoria histórica de Cali.
Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia
Caliescribe.com