Siempre es fascinante el grano desestabilizado que dan estas cámaras de video El video no puede reemplazar el ancho de proyección del celuloide, pero le da a las cosas un aire de verosimilitud que, dependiendo qué se quiera hacer, resulta, casi siempre, muy favorable,
Los pasillos del colegio franciscano de Santa Librada le dan apertura e esta historia rodada por los estudios Takeshima. Vamos a un popurrí de voces educadoras, recreando el ambiente de los estudiantes del plantel. Uno no creería que sonaría tan normal, dadas los mitos de violencia que se construyeron alrededor de este plantel educativo. Uno se pregunta, ¿y por dónde va a salir el pandillero? Pues bien, rápidamente vemos de lo que se trata: Sí, armas de fuego, motos, bueno… todo eso que ya sabemos. La vaina es que, según lo que se ve, el matón ahora tiene capacidades mentales suficientes para resolver ejercicios para medir trayectorias parabólicas. Bueno, no es un conocimiento desdeñable para un tirador.
La narración es un ejercicio bien desarrollado. Los planos de acompañamiento, rudimentos básicos del video para dummies. Ahora, la historia, pues bien, volvamos a eso: En resumen, que mandan a quiñar a un agiotista, dueño de una compraventa. Más o menos la misma trama que se viene hilando en esta saga de la misma película que termina siendo el cine nacional.