Barrio el CaneyEl barrio el Caney, en el extremo sur de la ciudad, tiene fama de ser residencia de numerosos lavaperros y lugartenientes de mediana monta del ahora atomizado cartel de drogas de la ciudad. Es motivo de comentarios y bromas esta característica. Aún así, para los habitantes de este otrora  distante barrio la realidad era otra. La lejanía que lo separaba de la ciudad, la Simón Bolívar que se atravesaba en la ruta de los forasteros malintencionados parecían tener al sector en una suerte de isla, en la que uno podía, incluso en altas horas de la noche, salir a dar una vuelta, como en cualquier fantasía civilizada de un ciudadano común: disfrutar de la belleza frugal de los suburbios sin necesidad de ser seguido por una camioneta llena de guardaespaldas.

Sin embargo, la colonización de las tierras cercanas, la masiva construcción de unidades multifamiliares, edificios de apartamentos, unidades cerradas y algunas cuadras sectorizadas por lotes han aumentado masivamente la densidad del sector. Lo que antes eran mangones y potreros donde aún pastaba el ganado, y que sólo una década atrás estaba poblado por caña, ahora está urbanizado o por estarlo. Este sector de la ciudad es de los que ha registrado un crecimiento urbanístico más acelerado.

La ciudad crece. Lo tenemos claro todos.  Para los habitantes del Caney, lastimosamente, esto significó dejar de estar aislados. Ahora, por supuesto, cuentan con mayores y más frecuentes medios de transporte, más tiendas, panaderías y, en general, una mayor presencia del comercio formal y hasta informal. De tal manera que uno creería que dicha arremetida de las constructoras le trajeron solo buenas migas a los habitantes del mentado barrio.

Como siempre, los efectos colaterales del aumento de la población son inmediatos y contrastantes. Los habitantes del Caney conocieron, en los últimos meses, los primeros casos regulares de robos callejeros, atracos e intimidaciones. Si bien el sector era blanco fácil y recurrente de fleteros y apartamenteros, el robo de a píe, el raponazo, era raro sino inédito.

Consultados por Caliescribe.com los vigilantes del sector denuncian que en horas de la noche se ven pasar grupos de pelados desconocidos.

“Antes eran galladas de pelados que uno sabía que eran de acá. Ahora y ni se sabe”

Nos cuenta Gonzalo Barraza, vigilante de la calle 83 con 42. Hace unos días, se viene presentando un atracador en las noches, casi que a cobrar vacuna. Los habitantes del sector creen que se les acaba de tranquilidad, ésa con la que veían salir a sus hijos a jugar en los muchos parques y zonas verdes y arborizadas que hay en el lugar. Ahora el miedo lo hace preocuparse de más. Como nos cuenta Sonia Díaz, ama de casa, habitante del Caney especial, el sector del barrio que se encuentra junto al río Meléndez.

“La semana pasada a la niña le tocó venirse corriendo hacia la casa porque unos pelados la estaban molestando en la cancha –que queda justo al frente de la casa- le cogieron el balón y no se lo querían devolver, ya se lo iban a llevar pero ella lo cogió rápidamente y se vino para acá. Le preguntamos a los pelados que sabemos que son del barrio y nos dicen que a esa gente no la conocen. Los muchachos eso siguieron caminando por la orilla del río y se fueron para ciudad 2000”

El asunto con un puente que comunica la parte trasera del el Caney con Ciudad 2000 es el punto crucial, según miembros de la comunidad. Antes la única entrada y salida del barrio era la Simón Bolívar, ahora cualquiera se puede meter por detrás y huir por ahí también.

La policía inauguró una estación en el barrio, lo cual le ha dado tranquilidad a las casas cercanas. Pero en los sectores más alejados del radio de influencia estas situaciones se siguen presentando.

“No queremos terminar tan podridos como el resto de la ciudad” Finaliza doña Sonia, a quien, según sus propias palabras, se le quitó la costumbre de salir a caminar a las 4 A.M por la cancha. Esos eran otros tiempos.