Por: Emilio Escobar
Hace varios años, genios de la administración distrital de Bogotá, ante su incapacidad de controlar el desbordado tránsito vehicular por un sistema vial colapsado, como consecuencia de la falta de planeación urbana y desarrollo armónico de la ciudad, se “inventaron” el absurdo, inconveniente e impopular “PICO Y PLACA” , método restrictivo de la libertad de movimiento de los ciudadanos, sin importarles los perjuicios que pudiesen causar a quienes laboran con un automóvil como herramienta de trabajo.
Como resultado de la ineptitud de los gobernantes, que durante sus períodos de mando desatendieron el normal proceso evolutivo de las urbes, los propietarios de los vehículos terminaron pagando culpas ajenas cuando, más por olvido o distracción que por un acto intencional, salieron en sus autos a las calles en “las horas prohibidas”, siendo sometidos al pago de cuantiosas multas aplicadas por las autoridades, en forma injusta, dado que no son estos ciudadanos los responsables por la faltas de vías adecuadas para la circulación, de quienes pagan enteramente sus impuestos de rodamiento. Es todo un contrasentido…
Lo peor de todo esto, es que las autoridades de tránsito destinan un crecido número de guardas o agentes, dotados de motocicletas, casi exclusivamente que a “cazar” desprevenidos “infractores del pico y placa”, pero poco o nada hacen para controlar y castigar a la infinidad de violadores de señales de PARE y semáforos, de usurpadores de carriles y de quienes obstaculizan vías y espacio público, muchas de estas faltas constitutivas de altos riesgos para la integridad de bienes y personas, que convierten a sus ejecutores en homicidas culposos potenciales.
Al fin y al cabo, las municipalidades se lucran, indebidamente, con los impuestos generados por el crecimiento incontrolado del inventario de taxis nuevos, que vienen a agravar el problema de movilización urbana, o por los “segundos carros” que compran los particulares que requieren desplazarse en cumplimiento de sus rutinas laborales TODOS los días de la semana, medida con la cual resuelven sus necesidades. Como consecuencia de todo esto, el número de automotores en las vías continúa casi inalterado.
Como las ideas facilistas son las más imitadas, el “experimento” de Bogotá fue adoptado sin ningún rubor por los mandatarios de provincia como la gran solución, cuando el camino que han debido elegir para resolver la movilización de los ciudadanos, era el de la planeación, mejoramiento y adaptación de la malla vial y el establecimiento de sistemas de transporte público viables, desarrollados sin politiquería ni componendas, con transparencia y eficiencia en la contratación de obras y adquisición de equipos.
Ya es tiempo de adoptar medidas modernas y convenientes para facilitar el desplazamiento por nuestra ciudad, exigiendo al Estado una malla vial suficiente y EN BUEN ESTADO. No es justo que gran parte de nuestras vidas la tengamos que pasar en desesperantes “trancones” y congestiones, o arriesgando bienes e integridad personal en calles destruidas que, además del tiempo perdido, favorecen la acción de la multitud de delincuentes que se han tomado las calles de nuestra ciudad.