En los últimos días hemos visto la creciente saturación de las campañas políticas. Cientos, quizá miles de ciudadanos proponiendo sus nombres para alcaldes, concejales y gobernadores.

Pero esta saturación se da, principalmente en el espacio público, copando el espacio visual de nuestras ya de por sí caóticas ciudades, con cientos de piezas publicitarias en cada cuadra y cada esquina, no es efectiva y usualmente causa repulsión en muchas personas.

Cientos de personajes desconocidos, de repente irrumpen en nuestra retina, llenándola de caras y logos de partidos. Vallas en las vías, en edificios públicos, pasacalles, pendones en los postes, afiches, adhesivos en los parabrisas de los carros, y cuánta modalidad se les ocurra a los mercenarios-publicistas de turno.

Usualmente se trata de los mismos lemas políticos manidos, calcados de campañas anteriores, a veces, se agrega un ícono, como un corazón o un palustre; y lo más triste, es que repiten por toda la ciudad la misma pancarta y el mismo diseño hasta la saciedad. “El cambio es ahora”, “el cambio es ahora”, ¡lo mismo por todos lados!

El mismo espacio que habría podido usar ese candidato para decir: “Mi propuesta para educación es tal”, “Propongo para crear empleo…” lo usa para trasmitir el mismo penoso lema lino-tipiado y xerocopiado como si se tratara de mercadear cigarrillos o lociones.

Más allá de la legalidad o ilegalidad de estos mecanismos, lo que debería pensarse es qué tan efectivo es esta publicidad por saturación. Acaso esperan calar en nuestros subconscientes y que acudamos como zombies el día de la elección. Candidatos que tienen centenares de piezas en las calles con el mismo diseño, como si la democracia se tratara de quién puede empapelar más la ciudad, o quien demuestra tener más dinero para contratar publicidad.

Pero señores, candidatos: De esto no se trata. Las campañas, no nos cansaremos de decirlo, deben darse con ideas, la contienda y la lucha política contemporánea debe darse en el plano del debate de las ideas. Cada candidato debería plantear su campaña para exponer su programa de gobierno a la gente.

¿Por qué los candidatos no aprovechan los enormes espacios en las pancartas para exponer sus ideas y propuestas a los candidatos? ¿Qué se los impide, el espacio, el costo, o es que son tan pobres sus propuestas y están tan cortos de ideas que no pueden pasar de repetir siempre mismo?

Hace poco, en Yumbo, cierto candidato mandó a instalar decenas de pasacalles con el siguiente mensaje: “¿Quién es el gallo?”. Durante días el espacio visual de los ‘yumbeños’ se llenó con ese extraño mensaje que sólo podía aducir a una pintoresca campaña de expectativa.

Pero después las pancartas fueron cambiadas por: “Ernesto, este es el gallo para gobernar”. ¿Ingenioso? ¿Populista? No, ¡pobre! Qué tristeza, que falta de ideas, obviamente no eran muchas las ideas que podría trasmitir este candidato.

Invitamos a los candidatos a hacer campañas originales, con ideas, con propuestas, así sea a través frases cortas. No se trata de saturar las ciudades y hacer de la contaminación visual su arma.

Se trata de comunicación, de compartir con los ciudadanos propuestas, para que estos a su vez, tengan mejores elementos de juicio para tomar su decisión. Y no sólo a través de los medios tradicionales, es necesario echar mano de las nuevas tecnologías, páginas web, redes sociales, grupos de correo, todo lo necesario para llegar a los electores, tal como en su momento lo hizo Barack Obama a través de Twitter y Facebook.

Los candidatos que sólo ven en la contaminación visual la única herramienta de contacto con sus electores, es porque no han sido capaces de encontrar estrategias de comunicación más efectivas y menos dañinas para las ciudades.