Benjamín Barney Caldas

Para mejorar la base económica de una ciudad es necesario primero que los asuntos de permisos y  normas con el gobierno municipal sean ágiles, claros  y sobre todo pertinentes y definitivos. 

Benjamín Barney Caldas

Para mejorar la base económica de una ciudad es necesario primero que los asuntos de permisos y  normas con el gobierno municipal sean ágiles, claros  y sobre todo pertinentes y definitivos. Que los ciudadanos sepan a qué atenerse. Que no lleven por su demora y laxitud a la trampa ni al mercado negro o la economía informal. Ni por su imprecisión a la corrupción por ejemplo en las curadurías urbanas, o en las elecciones fraudulentas, como lo estamos viviendo en estos días, en las que nos tendríamos que preocupar no es por los candidatos (ninguno con  experiencia y conocimientos sobre las ciudades), sino por los intereses de los que financian sus candidaturas, organizadas a muchas incluso desde la cárcel. Así no es posible que tengamos después buenas gestiones administrativas en nuestras ciudades.

Pero lamentablemente el “papeleo” es entre nosotros un asunto cultural, y es más importante que la realidad; adoramos el “inciso” para explicar lo que dejamos mal o incompletamente “explicado” y en consecuencia la trampa también, “hecha la ley hecha la trampa” decimos desde siempre con picardía. Pedir permiso en Colombia es correr el riesgo de que contesten de inmediato que “no” y la seguridad de que haya que presentar los “papeles” del caso. Nuestras “Administraciones Municipales” administran mal y nuestros “Municipios” ya no son lo que deberían ser en términos de ciudad-región. Porque una buena administración pública depende no sólo de cómo se administra, sino también de qué es lo que se administra y hasta cuándo y hasta donde. Si no administramos la región no se puede administrar bien la ciudad.

El culto a la burocracia lo heredamos del Imperio Español que por la distancia y el tiempo no le quedaba más remedio que recurrir al papeleo para tratar de gobernar sus enormes y despobladas provincias de ultramar, en las que la “presencia” del Estado sigue siendo casi siempre lejana o arbitraria, como lo vivimos desde la Independencia, y ahora hasta en el centro mismo de las ciudades, cuyo desorden administrativo es total. Con frecuencia no hacemos leyes y normas “cumplibles” o las llenamos de “excepciones” y cuando son posibles y no apenas necesarias no nos preocupamos de que se conozcan con suficiente anterioridad, ni de vigilar que se cumplan después hasta que pasen a ser parte de un comportamiento urbano, lo que difícilmente se logra en nuestras ciudades pues permanentemente se cambian sus reglas de juego dependiendo de intereses puramente comerciales.

Para comenzar, es inaudito que la mayoría de los colombianos hayamos sido obligados a gestionar varios documentos de identidad en los últimos años, al tiempo que los “pases” para conducir vehículos tengan fecha de vencimiento pero sean “indefinidos”. Que no tengamos el mismo número para la cédula de ciudadanía, el pase, la libreta militar y el celular. Numero que debería estar basado en la hora y fecha de nacimiento. Solo se preciarían  dos dígitos para  el orden de nacimiento, dos  para la hora, dos para el día, dos para el mes y dos para el año. Y por supuesto todos los papeles mencionados podían estar en un solo con un código de barras con toda la información pertinente, como tipo de sangre y demás. Pero no, nos fascinan los papeles y entre más se pidan creemos que es mejor.