Por Héctor De los Ríos L.

Una enseñanza, de grandes consecuencias, nos aguarda este domingo. Está resumida en la frase de Jesús: “Lo del César, devolvédselo al César”, lo de Dios a Dios”(San Mateo 22,15-21).

Por Héctor De los Ríos L.

Al Cesar lo del Cesar y a Dios lo de DiosUna enseñanza, de grandes consecuencias, nos aguarda este domingo. Está resumida en la frase de Jesús: “Lo del César, devolvédselo al César”, lo de Dios a Dios”(San Mateo 22,15-21).

Jesús se comporta como el que no traiciona la verdad para estar en paz con los diversos grupos de poder. Con todo, no cae en la trampa en la que creen que muy hábilmente lo han metido.  La pregunta fue planteada de manera que Jesús tuviera que escoger entre Dios y el emperador. 

Vale la pena analizar la manera como Jesús afronta a sus adversarios: les pide que le muestren la moneda del tributo y ellos le presentan una.

Con su pregunta, “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”, Jesús provoca una segunda toma de posición de sus adversarios: ellos saben qué y quién está gravado en la moneda del impuesto.

La moneda tenía por un lado la efigie del emperador. La frase, que se ha vuelto lapidaria, recoge la enseñanza fundamental de Jesús en este pasaje.

Después de mostrarles su incoherencia, Jesús cuestiona la concepción que sus adversarios tienen de la relación entre Dios y el emperador.  De ahí que la fidelidad a Dios no se demuestra con el rechazo del tributo al emperador, por eso: “Lo del César, devolvédselo al César”.

Debe quedar claro que Dios y quien detenta la autoridad terrena no están en el mismo plano. Dios tiene exigencias que superan las del emperador y el emperador no tiene autoridad para atribuirse competencias que solo le pertenecen a Dios, porque “lo de Dios es de Dios” y de nadie más.

Esta enseñanza de Jesús está respaldada con su vida. Fue así como se comportó “el Hijo”: Jesús nunca puso en segundo plano los derechos de su Padre, aun cuando esta actitud le costara la vida.