Cali la tercera ciudad más importante de Colombia es la que presenta más deserción estudiantil.
La pregunta más frecuente cuando hablamos de la deserción escolar es: ¿dónde están los niños que no van al colegio? Pues lo más común es que estén en las calle de nuestra tropicalísima ciudad.
No es raro ver en cada semáforo un niño desde los 5 años de edad hasta los 16 o 17, acercándose a tu auto y ofrece lavar el parabrisas, vendiendo dulces, con un cartel pidiendo dinero, en prostíbulos o simplemente en la calle, haciendo parte de pandillas, volviéndose sicarios, hurtando. Simplemente no los mandan al colegio, o no quieren ir, y se quedan en la casa haciendo nada.
El Ministerio de Educación de Colombia denunció que Cali es la ciudad con más menores de edad —entre los 5 y 17 años— por fuera del sistema educativo. “70.000niños no asisten al colegio”.
¿Por qué no van?, la respuesta que dan los niños, los jóvenes y los padres es muy amplia y varía dependiendo de muchos factores, desde la falta de interés, de dinero, la ignorancia. Otros, por ser víctimas de la violencia armada del país, quienes han sido desalojados junto con sus padres de sus tierras. También está elafán de obtener las cosas de inmediato por cualquier medio, la drogadicción y la necesidad de suplirla, el diario vivir entre riñas callejeras por limitaciones territoriales, la explotación laboral y/o sexual por parte de sus padres, familiares o simplemente ajenos que alquilan a los infantes para sus fines.
En alguna ocasión les preguntaba por qué no iban al colegio. La respuesta fue muy sencilla y sin rodeos ‘‘es que acá nos ganamos 30 lucas diarias mientras en la escuela no ganamos nada y nos regañan, además podemos comprarnos lo que queremos porque nuestros padres no nos lo pueden dar’’, una respuesta nada convincente ni valida, con respecto a la ganancia invaluable que deja la academia, pero muy real para la situación actual, cuando el consumismo y el subsistir en el diario vivir se ha convertido en la prioridad; el hambre, el desempleo y el ‘‘canibalismo’’ humano los ha llevado a ser víctimas y victimarios en diferentes escenarios de la vida. Al punto de que en la mayoría de las ocasiones la calle se convierte en la escuela del vandalismo, de la delincuencia, del sicariato y la drogadicción.
Es de anotar también que en muchos casos la falta de atención y dirección hacia los menores se debe a la ausencia de sus padres quienes obligados a rebuscar durante más de 12 horas dinero para poder alimentarse y tener un refugio para su familia, dejan solos a sus hijos vulnerables ante el mundo sin su guía y protección lo cual hace que personas inescrupulosas se aprovechen de esta situación.
Pero también existen otros casos en que la ambición y la conducta de su entorno hacen que el joven trate de imitar esos comportamientos antiéticos para la sociedad. Esto hace que volvamos a recalcar la problemática social que vivimos a nivel regional, la alta tasa de desempleo e informalidad laboral en Cali, lo cual promueve las largas horas en el ‘‘rebusque’’, el desespero, la frustración y a optar por otros caminos antisociales, ocasionando daños y muertes.
La filosofía de vida que estas personas tienen es muy peculiar y escalofriante pero, como muchos de ellos lo afirman, es eso o morir de hambre o dejar que otro lo mate. Realmente es una situación de alerta roja. Hay que recordar que la base del futuro está en las manos y en las mentes de niños y jóvenes, y si estos no tienen una educación completa serán siempre condenados a la exclusión social y a permanecer en el limbo de la indiferencia.