Por Jaime Andrés Sanclemente

Los jóvenes españoles vienen pidiendo ya hace meses “democracia real ya”. Curioso. España es, según el consenso del mundo académico y periodístico occidental, una sociedad modelo de democracia. Más allá de su nostálgica conservación de la anacrónica figura monárquica, en España funciona a plena marcha los pilares de lo que constituye para la teoría política contemporánea una sociedad democrática: división de poderes, lideres políticos elegidos por voto popular, prensa libre y un sistema judicial independiente. Fueron muchos los años de franquismo los que enseñaron a los españoles a apreciar sus instituciones, a defender las libertades de prensa y de libre asociación política de la que ahora gozan (sino en Euskal Herria, presumiblemente en Madrid). Ahora, sin embargo, esta generación para la que Franco es solo una leyenda difusa se lamenta de la falta de empleo, la baja remuneración de los pocos que se encuentran, y de la decidida oclusión de un horizonte con el que cada vez parece más ingenuo soñar. Es el fin de algo pero ¿Qué es? O mejor ¿Qué fue?

 

Porque democracia no fue. O al menos para los jóvenes del 15-M, lo que han venido viviendo durante los primeros años del siglo XXI, ese maravilloso Boom económico en donde España por fin fue un país europeo, no fue “democracia real”. Y ellos si deben saber de lo que hablan, ¿no? Ellos si que distinguen una democracia de mentiras, de cartón pintado, de una real. Ellos si que se dan cuenta que prohibir la formación de partidos políticos (como ocurre en el país vasco), jurar lealtad al rey sucesor elegido por Franco, reprimir referendos soberanistas, entre otros, son actos antidemocráticos. Aun así, ni una sola denuncia, ni un sola pronunciamiento ha salido de sus bocas. Parecen estar muy ocupados repitiendo el lema de “democracia real ya”. Y así uno alcanza a pensar que estos jóvenes entusiastas no sabrían lo que es democracia ni cuando esta les golpeara el rostro. Por que eso es justamente lo que pasa en España ahora, donde es una democracia real, demasiado real, la que azota el rostro desconcertado de los españoles.

El 15-M no solo pide democracia real, sino también la pide “ya”. Y a ese adverbio se reduce la autentica teoría del joven movimiento. Ahí esta el corazón de su autentico enojo, de su sincera rebeldía. Los jóvenes españoles quieren las cosas ya por que quieren matar la idea de la que estuvieron viviendo sus padres, la idea del porvenir brillante que les vendió el liberalismo democrático posfranquista. El porvenir iba a pagar todos nuestros sufrimientos, todas nuestras cuitas, toda nuestra abnegada obediencia. El futuro iba ser luminoso, la confirmación de que la idea de la democracia inventada por los griegos era la correcta. Y a medida que pasaban los años los políticos repetían el credo con una sonrisa en el rostro, exhortándolos a todos a esperar todavía un año más, un decenio más. “ya” significa “no hay futuro”. Y de verdad no hay futuro: solo acabando con la idea del futuro podremos empezar a concentrarnos en el presente.

Vivir del futuro es algo que no solo ocurre en economía: en política, un llamado a la esperanza oculta un presente de sacrificio silencioso, felicidad en hipoteca. La enorme deuda contraída por España para sustentar su crecimiento resulto ser la formula del desastre; y ahora la esperanza no es una virtud, sino una candidez, cuando no un crimen. En Colombia nos piden que nos subamos a locomotora del progreso. Los trenes han ya dejado de ser imagen de progreso hace mucho. Santos nos habla del futuro con un lenguaje del pasado; nosotros, en cualquier caso, olvidamos el presente.